El 1 de noviembre los cristianos celebramos una de nuestras fiestas más entrañables: el día de «Todos los Santos«, una fecha que nos recuerda el camino que estamos llamados a recorrer a través de los santos: la santidad.
Este día no debemos confundirlo con el dedicado a los fieles difuntos, en el que la Iglesia nos invita a rezar por todas las almas que se encuentran en el Purgatorio y que, por tanto, no han alcanzado el cielo todavía, y que se celebra el 2 de noviembre.
En la festividad de «Todos los Santos» la Iglesia reconoce y rinde homenaje no sólo a los santos que están en los altares y han pasado los procesos del Vaticano. La Iglesia nos mueve a poner los ojos y la oración en “todos los santos”, es decir, en todos aquellos que ya disfrutan de ver y estar con Dios. Son los santos anónimos, a quienes también se honra este día.
El día de Todos los Santos tiene sus orígenes en el siglo IV, cuando el número de mártires de la iglesia llegó a ser tal que era imposible dedicar un día del año para recordar a cada uno de ellos. Entonces, la Iglesia optó por honrar anualmente en un solo día a todos los que habían alcanzado la santidad. De esta forma, al principio en esta fiesta solo se honraba a los mártires.
En su recuerdo, el 13 de mayo de 610, el Papa Bonifacio IV dedicó el Panteón romano al culto cristiano, consagrándole a la Virgen María en su advocación de auxiliadora de los cristianos y reina de los mártires, fijando esa fecha del 13 de mayo para la celebración de Todos los Santos.
Más tarde, el Papa, Gregorio III extendió el homenaje a los santos anónimos. Y posteriormente, el Papa Gregorio IV, en el siglo VII, trasladó la celebración al primer día del mes de noviembre, declarando esta fiesta para toda la Iglesia.
España siempre ha sido pródiga en santos, con inmensa influencia en la vida eclesial y cultural. España es, sin duda, tierra de santos. De hecho, es uno de los países que más santos ha aportado a los altares de la Iglesia. Cuenta con cerca de 1800 santos. Entre ellos, Santo Domingo de Guzmán, el primer español que fundó una orden religiosa (predicadores o dominicos), de enorme influencia en la predicación del Evangelio y en la cultura. O San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, la mayor organización eclesial al servicio de la evangelización y la cultura. O Santa Teresa de Jesús, intrépida reformadora de la Orden del Carmen y maestra de espiritualidad. También San José de Calasanz, fundador de la primera orden exclusivamente dedicada a la enseñanza; San Juan de la Cruz, doctor de la Iglesia, cuyo sepulcro tenemos el honor de que se encuentre en el convento de los carmelitas descalzos de Segovia; Santa Ángela de la Cruz, prodigioso ejemplo de caridad y pobreza, que fue canonizada por Juan Pablo II en su última visita a España, o San Josemaría Escrivá, fundador del Opus Dei.
También tenemos santos históricos, como San Isidoro de Sevilla, padre de la Iglesia y autor de las «Etimologías»; San Fernando, el rey que supo conjugar los deberes de la realeza con la fe cristiana; San Vicente Ferrer, dominico, uno de los mayores predicadores de la Edad Media, que intervino en asuntos papales y político; San Juan de la Cruz, maestro de la más alta mística cristiana; o San Francisco Javier, jesuita, patrono de las Misiones. Y nosotros, en Segovia, tenemos muy presentes a San Frutos y sus hermanos y a San Alfonso Rodríguez.
Desde España partieron miles de misioneros a todos los rincones del mundo para llevar la fe. Muchos de ellos dieron su vida por la evangelización. Y ya en pleno siglo XX nuestra tierra fue regada de cientos de mártires que no dudaron en entregar su vida por fidelidad a la fe.
No es aventurado afirmar que no haya un solo siglo en el devenir de la Iglesia en España en el que no hayan florecido un número incontable de fieles que han sido reconocidos por el pueblo cristiano y la autoridad de sus pastores como modelos de vida fiel y heroica en el seguimiento de Cristo.
A pesar del notable descenso de la fe en España, la devoción a los santos sigue siendo una parte importante de la vida de muchas personas, y seguro que seguiremos contando con vidas destacadas por sus virtudes y modelos capaces de mostrar a los demás un camino ejemplar de perfección. El reconfortante mensaje que recibió de Jesús el beato Bernardo de Hoyos: “Reinaré en España y con más veneración que en otros países”, nos hace confiar que así será.
En este día de todos los Santos las iglesias celebrarán misas solemnes. Muchas personas se dirigirán a visitar los camposantos, donde reposan los suyos, para recordarlos y honrarlos con oraciones y flores. La celebración continuará en familia, donde no faltarán los dulces típicos de este día como los buñuelos de viento, los huesos de santo y los pestiños. Estamos de fiesta. ¡Feliz día de Todos los Santos!