Evolución y creación

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Si nos preguntan por qué se vuelve loco don Quijote, responderemos lo que todo el mundo sabe: por leer demasiados libros de caballerías. Pero qué responderíamos si nos preguntan: ¿Don Quijote se vuelve loco por leer libros de caballerías o porque quiere Cervantes?

Está claro que el Universo se explica gracias a la gravitación, el electromagnetismo y las fuerzas nuclear débil y nuclear fuerte. Pero, en última instancia, ¿se explica solamente por esas leyes? Estamos hablando de un conjunto de seres contingentes que no se han dado la existencia a sí mismos, que necesariamente han tenido un origen radical, ex novo. Y eso es crear: no transformar algo que existe previamente, sino producir por completo ese algo, hacerlo surgir ex nihilo.

La evolución, en cambio, se ocupa del cambio de ciertos seres que previamente existen. De esta forma se ve claro que la creación y la evolución no pueden entrar en conflicto, porque se mueven en dos planos y en dos cronologías diferentes. Es equivocado, por tanto, plantear la cuestión como una alternativa excluyente: «evolución o creación». Lo correcto, más bien, es la unión sucesiva de «creación y evolución».

Una certera comparación de Ernst Jünger aclara este punto: «la teoría de Darwin no plantea ningún problema teológico». La evolución transcurre en el tiempo; la creación, por el contrario, es su presupuesto. Si se crea un mundo, con él se proporciona también la evolución: se extiende la alfombra y esta echa a rodar con sus dibujos.

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