Explicar el Universo mediante el azar no es razonable

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Jean Staune muestra el cambio en la actitud de muchos científicos, incluso ateos, que se abren a explicaciones finalistas y no casuales para explicar el Universo. Jean Staune, de 55 años, profesor en la célebre HEC de París (Escuela de Estudios Superiores de Comercio, por sus siglas en francés), es filósofo de la ciencia, habiéndose formado multidisciplinarmente en paleontología, matemáticas y economía. Ha escrito varios libros cuestionando la visión materialista del mundo. El último de ellos, recoge el fruto de dos decenios de conversaciones con cientos de científicos, veinte de ellos Premios Nobel, sobre nuestro mundo, su razón de ser y su futuro. Se titula Explorateurs de l’invisible[Exploradores de lo invisible] y sobre él conversó recientemente con Christophe Doré en Le Figaro:

 

-¿Qué dicen actualmente los científicos cuando se evoca la idea de un gran arquitecto del universo?

-Sus discursos han cambiado con el desarrollo de la cosmología, que estudia el origen y la evolución del universo. Freeman Dyson, físico y matemático angloamericano, fue el primero en asombrarse por el rechazo de los hombres de ciencia a mezclar ciencia y religión. En su hermosa obra Trastornando el Universo contesta la visión del biólogo Jacques Monod para quien «el hombre sabe, por fin, que está solo en la inmensidad indiferente del universo en el que ha surgido por azar». Dyson le responde indirectamente con esta bella frase: «No me siento un extranjero en el universo. Cuanto más examino y estudio en detalle su arquitectura, más descubro pruebas de que él [el universo] esperaba, sin duda, nuestra llegada».

-¿En qué es esto una novedad?

-Dyson, que es ateo, y el astrofísico budista Trinh Xuan Thuan abren la hipótesis científica del principio creador del universo, y desarrollan la idea de que el mundo tiene una necesidad y que la vida consciente forma parte de este gran diseño.

-¿Sobre qué fundamentan su reflexión?

-En los años 80 hicimos simulaciones de universos con grandes calculadoras. Variando la rapidez de la expansión después del Big Bang, la masa o la carga eléctrica de los protones, la fuerza nuclear y toda una cantidad de parámetros, constatamos que la configuración de nuestro universo es de una perfección asombrosa. Si cambiamos en unas décimas uno de estos parámetros, nuestro universo se transforma en una sopa incapaz de agregar la materia y de que aparezca la vida y, aún menos, una vida consciente.

-¿A qué conclusión se llega?

-Que la hipótesis de la casualidad, supuestamente racional, no lo es. Trinh Xuan Thuan explica que esta probabilidad correspondería a un arquero que lanza al azar una flecha a la otra punta del universo, sin saber dónde se encuentra su objetivo de un centímetro cuadrado de superficie, y la flecha acierte el objetivo.

-He aquí un enfoque muy práctico que se derrumba…

-Sí. Pero se convirtió en un dogma que liberó el pensamiento. Estos investigadores defienden entonces la idea del principio antrópico: si los valores fundamentales del universo están tan bien sincronizados, es que son la consecuencia de un principio creador.

-¿Es la única teoría que emerge?

-No. Otros investigadores intentan construir una teoría del Todo deshaciéndose de las cuestiones metafísicas, con el fin de explicar por qué el universo está tan bien sincronizado para que surja la vida. El célebre cosmólogo Stephen Hawking, fallecido recientemente, se dedicó con brillantez a esta tarea con una idea atractiva: todas las hipótesis de universo existen y se ensayan.

-¿Habría una infinidad de universos?

-Sí. Y como es lógico, uno de ellos tendría automáticamente las constantes buenas que permitirían la agregación de la materia, con el consiguiente desarrollo de la vida y permitiendo, así, la existencia del Hombre. Es bastante brillante…

-Pero científicamente limitado porque Stephen Hawking reconoció que esta teoría, llamada del multiverso, es difícil de demostrar.

La hipótesis del multiverso, cuyos mismos patrocinadores consideran especulativa e indemostrable, surge como resultado del prejuicio de algunos científicos ante la fuerza del principio antrópico. El principio antrópico parte de la base de que el ser humano puede existir solo porque nuestro universo está configurado en torno a un número limitado de constantes físicas de valores tan precisos que una mínima variación en cualquiera de ellas haría colapsar el universo y/o haría imposible la vida humana. Es como si el universo estuviese hecho ‘para nosotros’. La hipótesis de la casualidad es racionalmente tan inaceptable que, para escapar de la idea de un único universo orientado hacia nuestra existencia (se entiende que por Alguien), algunos sugieren un número cuasi infinito de universos, cada uno de ellos respondiendo a realidades físicas completamente distintas. Pero, justo por ello, serían incognoscibles (e incomprensibles) para nosotros. [La misma imagen que elegimos para ilustrar el multiverso es contradictoria, pues representa numerosos universos «parecidos» y estables existiendo a la vez. En realidad, no nos es posible concebir cómo sería un universo estable basado en constantes físicas distintas a las que conocemos.]

-Con este principio creador y a falta de una explicación racional, ¿no es lógica la tendencia natural de que es una idea de Dios?

-No. Estamos ante algo distinto. La cuestión de un creador entra por la ventana no porque no conseguimos explicar determinadas cosas, sino porque la astrofísica ha descubierto esa perfecta configuración que hace creíble esta hipótesis. La teoría del azar ha sido superada.

-Si hay un principio creador, existe una finalidad. Y, sin embargo, sabemos que la Tierra un día será destruida… ¿La finalidad sería la existencia efímera del Hombre?

-Usted tiene razón: en cuatro mil millones de años la Tierra se fundirá y no quedará el más mínimo rastro de una brizna de hierba, microbio o ser humano. Porque soy creyente, creo que la Tierra es un mundo de orugas destinadas a transformarse en mariposas. Mientras la Tierra exista, las conciencias humanas pueden emprender su vuelo libremente hacia Dios. La idea que los planetas con vida inteligente sean puertas para que las almas cambien de naturaleza es una hipótesis teológica que yo defiendo. Sería, por lo tanto, un error seguir a los transhumanistas, que buscan la eternidad biológica. ¡Estaríamos condenados eternamente a seguir siendo orugas!

-Ha mencionado otros planetas que albergan vida inteligente. ¿La prueba de una vida extraterrestre sería una prueba de la existencia de Dios?

-Si pensamos que la vida está inscrita naturalmente en las leyes de la naturaleza, es lógico que la vida exista en otros lugares del universo con seres inteligentes capaces de desarrollar civilizaciones complejas. Evidentemente, podemos plantearnos la pregunta de por qué estos extraterrestres no han intentado jamas conocernos y por qué no encontramos huellas de su existencia. Estas preguntas son conocidas por los científicos como la paradoja de [Enrico] Fermi (1901-1954), un físico italiano que se interesó en el tema en los años 50.

-¿Qué respuestas dio Fermi?

-Una de las respuestas, interesante pero aterradora, sería que toda civilización que ha alcanzado un cierto grado de complejidad acaba por autodestruirse. Otra respuesta se basa en la escasez de vida consciente. Existirían civilizaciones, pero demasiado lejanas de nosotros en el espacio o en el tiempo para que puedan entrar en contacto con nosotros.

Enrico Fermi fue Premio Nobel de Física en 1938. La conocida como «paradoja de Fermi» surge de la consideración del azar como presunta explicación física y biológica del mundo: si en el Universo hay millones de galaxias donde, estadísticamente, tendrían que haber surgido por casualidad millones de oportunidades de existencia de vida inteligente, ¿por qué no sabemos nada de ellas? Al iguel que la hipótesis filosófica del multiverso, la paradoja de Fermi nace ante la inquietud materialista ante lo que parecen sugerir los datos científicos: que todo el Universo existe solo para nosotros.

-¿O tal vez no tienen ganas de conocernos?

-Es otra respuesta de Fermi, la de hipótesis de civilizaciones que respetan ciertos principios. Pensadores a quienes, por ejemplo, la exploración del universo no les interesa. Otra hipótesis: respetan el principio de «no alimentar a los animales». Los extraterrestres observarían nuestro planeta sin entrar en contacto con nosotros para evitar distorsionar nuestra evolución, un poco como en un zoo en el que se pide no dar comida a los animales.

-¿No cree en los hombrecillos verdes en un platillo volante?

-Es una última idea. La ufología no tendría entonces nada de raro.

-Hablando más en serio, ¿por qué el mundo científico tiene casi la certeza que existen otras formas de vida en otros lugares?

-Los racionalistas hacen referencia a las estadísticas. El descubrimiento casi diario de nuevos planteas aumenta matemáticamente las posibilidades de vida extraterrestre. Para quienes tienen la convicción de que la vida está inscrita en las leyes naturales y que la vida consciente es una necesidad de nuestro universo, en virtud de este postulado existe una vida extraterrestre.

-¿Cambia esto la situación?

-Es un arma doble filo. Si un día recibimos una foto de un ser extremamente raro, una especie de medusa antropoide que abraza a un gatito o a una ardilla, se acabaría entonces con el creacionismo, que niega la evolución y piensa que Dios ha creado todo detalladamente en nuestro planeta. Pero se contradiría también la idea de que la vida consciente en la Tierra es debida sólo al azar, porque los racionalistas no podrían explicar la aparición de seres idénticos a los que viven en la Tierra.

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