Ayer almorcé en un reservado para fumadores de un prestigioso restaurante. Mientras tanto observé los los amenazantes eslóganes que decían: “Fumar provoca cáncer mortal de pulmón”, “Fumar perjudica gravemente su salud y la de los que están a su alrededor”, “El humo contiene banceno, nitrosaminas y cianuro de hidrógeno”. Estas afirmaciones deberían asustar a los consumidores de tabaco. El fumador olvida esas frases aterradoras y sigue consumiendo pitillos.
Recientemente se ha legislado que las cajetillas de tabaco lleven impresas alguna de las imágenes sobre los efectos nocivos del tabaco, que fueron aprobadas por la Comisión Europea. Las cajetillas ya no se limitarán a informar de que “el tabaco daña la salud” sino que, mostrarán sin piedad: tumores que devoran gargantas y pulmones, arterias que se obstruyen y cadáveres en espera de una autopsia.
También llevarán los siguientes lemas: “Fumar puede ser causa de una muerte lenta y dolorosa”, “obstruye las arterias y provoca cardiopatías y accidentes cerebrovasculares” o “daña el esperma y reduce la fertilidad”.
Las campañas en contra del tabaco, en sintonía con las organizadas para evitar su consumo, están originando en distintos países, fuertes enfrentamientos entre los ministerios correspondientes y las empresas fabricantes.
Se persigue al consumidor de tabaco con una furia que para sí quisiera el más infatigable inquisidor de todos los tiempos. Pero, a la vez, se permiten todo tipo de agresiones a la moral, la convivencia y la buena marcha de las relaciones interpersonales. Cuando las campañas antitabaco hayan logrado desterrar el hábito de fumar, todo apunta a que se seguirá permitiendo la pornografía y la violencia como contenido habitual de los mensajes comunicativos.
One Response to Fumarse la vida