Mucha gente, inclusive muchos cristianos, piensan que la ciencia está arrinconando la idea de Dios y poniendo en serios aprietos a la religión. Pero para nosotros, los descubrimientos científicos, ya vengan del ámbito de la Cosmología, la Astrofísica, la Biología Evolutiva o la Neurociencia, no constituyen un problema para la fe. Antes al contrario, nos presentan un panorama cada vez más rico, que encaja perfectamente con los relatos bíblicos y con la idea del Dios cristiano. La ciencia, a lo largo de los últimos siglos está siendo un regalo para el creyente, si sabe informarse bien.
Sin embargo, observamos que, desgraciadamente, la ciencia, al gozar de un gran prestigio, es un goloso pastel para su manipulación. Muchos divulgadores científicos ateos intentan utilizarla para apoyar su ideología y su «fe atea». Suelen utilizar una mezcla de datos científicos con reflexiones metafísicas a las que revisten de la misma fiabilidad. Pero también la ciencia es mal utilizada por algunos creyentes, que la consideran sospechosa y rechazable. No existe un presunto conflicto e incompatibilidad entre los descubrimientos de la Ciencia y la Fe. Los avances científicos, no hacen más que incrementar y fortalecer la fe de los creyentes.
Parafraseando a Pasteur, podemos decir, que un poco de ciencia (sobre todo si está tergiversada), claramente nos puede alejar de Dios. Pero debemos pedir a los creyentes inquietos que beban más del vaso de la ciencia. Porque al fondo de ese vaso, como decía Heisenberg, les espera la imagen del Dios encarnado.
Probablemente a la fe se llega por una mezcla de experiencias emocionales y vivenciales. Pero siempre es bueno que el creyente construya un edificio coherente y razonable que ponga en sintonía los sentimientos y la racionalidad. La descripción científica del mundo y su devenir es perfectamente coherente con la opción teísta que le da sentido.
El mundo puede ser entendido como una serie de sistemas de partículas sin sentido, que se van haciendo más complejos por razones aleatorias, lo que al cabo de numerosas casualidades y circunstancias diversas ha llevado a seres conscientes; o bien, el resultado de la decisión de un Dios amoroso que se vacía y permite que exista algo diferente a Él, dando lugar a una criatura que evoluciona en libertad, llevando en su seno la promesa de una vida consciente, a imagen y semejanza de su Creador. Nada tiene que decir la ciencia acerca de cuál de estas dos opciones es la verdadera. La opción teísta es razonable y no contradice a la ciencia.
Los campos en los cuales ha existido tradicionalmente un fuerte diálogo y a veces discusión entre científicos y teólogos son tres: la cosmología y el origen del universo; la vida su origen y su evolución; y, finalmente la persona humana como ser vivo especialísimo, consciente y libre. Lo más relevante que ha sucedido en el universo es el advenimiento de la autoconciencia y la existencia de una especie que es capaz de hacerse grandes preguntas y también de entender cómo está constituido el mundo.