La amistad es una realidad humana de gran riqueza, una forma de cariño recíproco entre dos personas que se edifica sobre el mundo conocimiento y la comunicación. Este tipo de afecto se da en dos direcciones y desea todo bien para la otra persona.
La amistad es uno de los sentimientos humanos más nobles y elevados– Puede nacer, en ocasiones, de modo espontáneo pero necesita crecer mediante el trato personal. No es una relación fugaz o pasajera sino estable, firme, fiel que madura con el paso del tiempo. Es una relación de afecto que hace sentirse profundamente unidos a dos amigos o a dos amigas.
La Biblia recoge la bonita amistad entre David todavía joven y Jonatán, el hijo de Saúl, que llegó a arriesgar su herencia al trono por defender a su amigo delante de su padre. Con nuestros amigos compartirmos alegrías y sufrimientos, intuimos sus deseos y atendemos a sus necesidades.
La amistad verdadera supone también un esfuerzo cordial por comprender las convicciones de nuestros amigos, aunque no lleguemos a compartirlas ni aceptarlas; de este modo nuestros amigos nos ayudan a comprender maneras de ver la vida que son diferentes a la nuestra que enriquecen nuestro mundo interior. Y cuando la amistad es profunda nos permiten experimentar las cosas en un modo distinto al propio querer. Al amigo o la amiga se le reconoce y afirma tal como es, con sus problemas, sus defectos, su historia personal, su entorno y sus tiempos.
Además, como cristianos vemos a cada uno de nuestros amigos, ante todo como criatura amada por Dios, pues la persona del amigo es única e irrepetible e igualmente única es cada relación de amistad.