La tragedia de Venezuela, a la que estamos asistiendo cada día, es producto de un régimen político, que por desgracia reproduce, al pie de la letra, errores y situaciones ya vividos en el régimen soviético de la antigua URSS. Salvando las distancias pues lo ocurrido en el régimen de Stalin fue muchísimo peor, hay similitudes claras con la Venezuela de Chavez y Maduro que a continuación vamos a relatar.
Como no podía ser menos, Stalin estrenó su poder escribiendo una de las páginas más negras de la historia rusa. Lanzó a 25.000 «activistas» del partido contra la población rural, con la misión de que los propietarios aportaran «voluntariamente» sus tierras, aperos, ganado etc. a las granjas colectivas (koljoses) o granjas soviéticas (sovjoses). Los granjeros más ricos fueron declarados kulaks (como antes de la revolución se llamaba a los avarientos prestamistas rurales) y deportados a Siberia o al Asia Central, donde los dejaron sin recursos y la mitad pereció.
El número de kulaks a deportar era, en cada sitio, un determinado porcentaje de la población. Si el activista destinado a un pueblo pobre informaba de que allí no había kulaks, lo abroncaban por falta de «vigilancia revolucionaria» y le exigían que designara víctimas en número suficiente. Si insistía en su negativa, iba él. La ganadería rusa sufrió un golpe del que aún no se ha repuesto a día de hoy. Se tuvo que obligar a los campesinos a sembrar los campos y recoger la cosecha (que ya no sería para ellos). El rendimiento, obviamente, bajó.
Pero Stalin, al encontrar una resistencia tan general, reaccionó como el delincuente que era: «¡Los mataré a todos!» Las cosechas habían bajado, pero Stalin aumentó la exportación. El trigo preciso se requisó «hasta el último grano», tanto a los koljoses como a las granjas particulares que quedaban. Los que trataron de esconder grano (y los que no también) fueron torturados. Al activista que se negara a participar, lo echaban del Partido (y «se le acababa la vida»). El resultado fue el hambre artificial de 1932-33. El tiempo fue normal, no hubo ni sequías ni inundaciones, pero murieron de hambre entre 6 y 7 millones de campesinos, más que en la hambruna de Lenin.
Y esta vez, no hubo ayuda extranjera: el Telón de Acero se encargó de que en Occidente no se enteraran de lo que ocurría. Fue el llamado Holodomor. Los muertos de hambre en Ucrania pasaron de cuatro millones, pero en el resto del país llegaron fácilmente a tres. Por lo demás, el número total de víctimas fue mayor aún. Hay que añadir millón y medio de kulaks muertos al deportarlos. Otro millón largo por las epidemias y la subalimentación en las ciudades. La mortandad en los campos de concentración. Y si sumamos una cosa y otra, pasamos de los 9 millones e igual llegamos a 10.
Finalmente, se terminó no solo con «los kulaks como clase», sino con el campesinado como tal. Los que se quedaron en el campo pasaron a ser braceros dirigidos por funcionarios, bajo la amenaza de ver reducidos sus haberes en especie si no se cumplía el plan. Pronto se les privó del derecho a abandonar su tierra, como antaño los siervos de la gleba.
Hoy día Maduro no puede ocultar las cifras de emigrados o damnificados por su régimen, por lo que la presión internacional ha de ser cada vez mayor para evitar el desastre total de una nación con inmensos recursos.