Sin apenas darnos cuenta, la crisis económica se ha introducido en la vida de los españoles, produciendo una sensación de inseguridad y de preocupación respecto al incierto futuro que nos aguarda. Muchos de nuestros compatriotas ya están sufriendo sus efectos negativos y han perdido su puesto de trabajo o están a punto de perderlo.
Y es que la amenaza del paro se ha convertido en la peor pesadilla para los veinte millones de trabajadores que conservan su puesto de trabajo, al no saber si sortearán con éxito los embates de la crisis o si el día menos pensado, al llegar al tajo, se encontrarán con un despido o con un nuevo compañero llamado Expediente de Regulación de Empleo (ERE).
Crisis es la palabra más repetida por los periódicos, páginas web, estaciones de radio y televisión… Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, significa escasez, sequía, carestía. Es decir: situación dificultosa y complicada. Lo que no dice, aunque no hace falta, es que afecta, sobre todo, a las clases más débiles.
Sin embargo, esta vez está ocurriendo algo muy significativo: está afectando también, después de muchos años, a grandes empresas y bancos multinacionales.
Desde luego ya nada va a ser igual que antes; ya nada va a repetirse como hasta ahora se ha venido haciendo. La crisis traerá consigo la corrección de comportamientos, planteamientos y situaciones económicas y sociales.
Quizá la solución pasa, como opina el profesor de Economía Política de la Universidad Católica de Milán, Giovanni Masaguerra, en revisar nuestra actitud y reconocer que la correcta relación entre ética y economía ha sido sustituida por una ética de los negocios, pensada solo para permitir a pocos obtener provecho de la buena fe de muchos.
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