La escuela provida del doctor Poveda cumple un año: ¡Al rescate!

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El rescate es el plan a, lo más importante que hay que hacer ese día. Son las cuatro de una tarde de sábado. Hasta las puertas de Dator, centro que realiza una media de 15.000 abortos al año, comienzan a llegar algunos ‘soldados’ del ‘ejército’ Poveda. Su misión: salvar vidas. Sus armas: voluntad firme de ayudar y respeto a la decisión de la mujer, sea cual sea.

Fuente : Alba digital

Se congregan allí desde abril de 2009, cuando nació la Escuela de Rescatadores a la Madrileña con el objetivo de recuperar vidas perdidas, de “burlar al destino”.

Gema López se ‘alistó’ cuando la escuela acababa de arrancar, “un Sábado Santo”. Allí encontró la posibilidad de ayudar que llevaba meses buscando. “Había ido a Los Ángeles a ver a mi hermano y conocí a una de las chicas rescatadas por el actor Eduardo Verástegui. Pensé que tenía que hacer algo, pero qué: ¿me iba sola a las puertas de los abortorios? Encontrar la escuela de Poveda fue providencial”.

Sólo un minuto

Como Gema, todos los ‘soldados’ están atentos a cualquier pareja o chica sola que se aproxime a las puertas de Dator. “Nos acercamos -siempre de dos en dos- con la mejor educación y todo el cariño y les decimos que sabemos que tienen problemas serios para los que nosotros ofrecemos ayuda real”, explica ella.

La escritora Silvia Laforet, que ha acompañado más de una tarde a los rescatadores, describe muy bien el ambiente que reina entre los guardianes de la vida: “Grandes dosis de empatía, compasión, misericordia, humildad y conocimiento de la realidad, de las dificultades de la vida que a veces pueden con nosotros. No valen demagogias. No existe el reproche. Se trabaja con Amor”.

Y así, con amor, piden a las mujeres que les dediquen un minuto de su tiempo. “La mayoría”, señala Gema López, “nos dice que tienen mucha prisa porque tienen cita. Yo les digo que esperen un poco, que para la cita pueden volver otro día, pero que para oír lo que tenemos que decirles a lo mejor luego es demasiado tarde”.

Y es que Gema ha hablado ya con más de una mujer que se acerca a Dator a una revisión, después de haber abortado. “Me dicen que si hace tres meses hubiera estado aquí, habrían tenido a sus hijos”.

Porque son muchas las que abortan por problemas económicos, por miedo a una sociedad que no ampara la maternidad. Por eso, para los rescatadores es fundamental contar con una red de apoyo, de recursos reales que ofrecer a la mujer.

Ahí están la Fundación Madrina, la Asociación de Víctimas del Aborto (AVA), la Red de Madres, la Fundación Red Madre… Ellos son ese colchón sobre el que las embarazadas pueden descargar sus angustias; esa organización real, tangible, que les ofrece los pañales para su hijo o un techo bajo el que dormir.

Tres en moto

La comunicación fluida entre los rescatadores y esa ayuda real es esencial. “Muchas veces llamamos a Conrado Giménez [presidente de la Fundación Madrina] para que venga corriendo y hable con la mujer, que ella vea que es real y que les ofrece ayuda”, reconoce Gema, que compara su labor con la del Samur. “Hacemos de avanzadilla, de urgencias; el hospital lo forman las asociaciones”.

De Poveda han aprendido la importancia de esa misión de vanguardia. “Siempre les digo que la escuela no es el plan b de la tarde; es el plan a, lo más importante que hay que hacer ese día”, recuerda el maestro, que tiene claro que la clave es vivir esta experiencia con intensidad, ser consciente de que “una palabra a tiempo puede cambiar el futuro de una mujer y de su hijo”.

Y lo dice porque, por experiencia, sabe que a veces basta un ‘¿qué necesitas para no abortar?’ para que la mujer decida seguir adelante. “El entorno induce al aborto, sobre todo cuando se trata de menores de edad o de maridos cerrados a cualquier otra posibilidad”.

Esos son los peores casos a los que hacen frente los rescatadores: “Es durísimo ver que la mujer no quiere abortar, que está dispuesta a escucharte y sus padres o su marido le obligan a entrar en Dator”.

“Una vez hablamos con una chica de Ecuador. Tenía mucho miedo de contarle a su madre que estaba embarazada, su novio la había dejado… Al final, conseguimos convencerla para que lo pensara. A los pocos días llamé para ver qué tal iba todo y me dijo que se lo había contado a su madre y que ella le había colgado el teléfono. ‘Pero vas a seguir adelante, ¿no?’, le pregunté y me dijo: ‘No, cometí el error y ahora no sé qué me pasa. Veo un bebé vestido de rosa por las paredes, me abrazo sola, hablo sola’”. Gema recuerda esta historia con especial tristeza al ver cómo una chica describe un clarísimo síndrome postaborto sin siquiera saber qué es.

Tras situaciones así, los rescatadores reciben la indicación de descansar unos días. Poveda es consciente del sufrimiento psicológico que causa asimilar esas vidas perdidas.

Pero otras muchas tardes no hay malas noticias que lamentar sino vidas que celebrar: más de sesenta, “con nombres y apellidos”, en lo que va de año.

Como aquella pareja que llegó a Dator en moto. Venía de Soria, solo para abortar. La conversación con los rescatadores comenzó en la calle pero acabó, mucho después, en uno de los bares cercanos. “Se volvieron a subir en la moto para volver a su casa y seguir adelante. Los tres”, recuerda Silvia Laforet.