La eutanasia agrava la conciencia de los enfermos al percibirse como una carga

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El presidente de la Subcomisión Episcopal de Vida tilda de «llamativo» que PSOE-Podemos prioricen la eutanasia en lugar de una ley de cuidados paliativos

Monseñor Mario Iceta (Guernica, 1965) conoce muy de cerca la situación que viven muchos enfermos terminales y sus familias en España. En 1995, se doctoró en Medicina precisamente con un trabajo de investigación sobre cuidados paliativos. Después de dos años de trabajo –junto a un equipo de profesionales sanitarios– el obispo de Bilbao y presidente de la Subcomisión Episcopal para la Familia y la Vida acaba de presentar a la opinión pública un documento sobre «los cuidados al final de la vida». Su objetivo es que la sociedad tome conciencia de que «hay mucho y bueno por hacer con las personas enfermas y con sus familiares».

FUENTE: LAURA DANIELE ABC

Durante su paso por Madrid para presentar este documento, titulado «Sembradores de esperanza. Acoger, proteger y acompañar en la etapa final de esta vida», monseñor Iceta ha recibido a ABC para denunciar que la eutanasia «debilita a la sociedad» y quiebra la relación de confianza entre el médico y el paciente.

—Algunas personas dicen que cuando enfermen no quieren ser una carga para sus familias y que preferirían quitarse de en medio, ¿cree que la eutanasia gana terreno por la crisis que vive hoy la sociedad de los cuidados?

—Es muy importante que la persona que sufre una enfermedad terminal descubra que sigue siendo una persona importante para los demás, que su vida, aunque esté debilitada o disminuida de alguna manera por la enfermedad, sigue siendo un don para los otros. El Papa Francisco en la exhortación apostólica «Cristo Vive» que dedica a los jóvenes dice: «No te preguntes tanto ¿quién soy yo? sino ¿para quién soy yo? Tú eres para Dios y para los demás». Encontrar un sentido al sufrimiento, a la propia vida y que somos importantes para los demás nos ayuda a abordar esos momentos difíciles de un modo distinto.

 —La eutanasia surge curiosamente en las sociedad más desarrolladas del mundo, donde hay recursos para cuidar de los enfermos, ¿qué falla?

 —La eutanasia se ha suscitado muchas veces como una reacción a la obstinación terapéutica. Ese insistir en procedimientos médicos cuando ya no aportan ningún bien al enfermo genera en muchas ocasiones el efecto contrario. Además, vivimos en una sociedad con una vida muy estresada, donde hay muy poco tiempo para el afecto, la ternura, la gratuidad. Hay una visión utilitarista de la persona de la cual solo se esperan resultados. En ese contexto, una persona enferma parece no ser útil a la sociedad. Eso puede dar a entender que esa vida es menos valiosa, menos importante. Pero como decimos en el documento, la vida es digna porque es vida humana con independencia del estado de salud, de la raza, del credo. El ser humano siempre es un don para los demás.

—¿El dolor y el sufrimiento del enfermo es una excusa para legalizar la eutanasia?

—La gente tiene un miedo comprensible al sufrimiento y al dolor, pero existe un equívoco entre dejar de sufrir y morir. La muerte no tiene por qué ser la solución del sufrimiento. La medicina puede aliviar el sufrimiento y el dolor. Nadie se quiere morir, lo que buscan los pacientes es que se les alivie el sufrimiento. Hay que transmitir esta idea de que es mucho lo que se puede hacer con los enfermos terminales y sus familias. Hay mucha vida por vivir y la eutanasia no mejora la calidad de vida ni la calidad de la muerte.

—¿Qué efectos podría tener la legalización de la eutanasia sobre pacientes terminales o personas con graves discapacidades que sí desean vivir?

—Las personas podrían dejar de percibirse como un don para los demás y comenzar a verse como una molestia, como una carga. Incluso aquellas personas con graves enfermedades que quieren seguir viviendo podrían llegar a percibirse como unas egoístas porque consumen muchos recursos que podrían utilizarse para otras personas. Creo que la eutanasia agrava la conciencia del enfermo al cundir la sensación de que en su situación irreversible sería mejor que se adelantase la muerte.

—La Organización Médica Colegial está en contra de una posible ley de eutanasia, ¿qué consecuencias podría tener sobre la práctica médica?

—Legalizar la eutanasia quiebra la relación de confianza que existe entre el médico y el paciente porque aparece la posibilidad de que el profesional sanitario suprima la vida.

—El acuerdo de Gobierno PSOE-Podemos plantea una ley de eutanasia, ¿es moralmente aceptable pretender sustituir con la eutanasia unos ciudados paliativos que hoy son deficitarios?

—Ciertamente llama mucho la atención que no esté sobre la mesa una ley de cuidados paliativos y, en cambio, se apueste más por una ley de eutanasia. Ciertamente la respuesta a la situación terminal de enfermedad son los cuidados paliativos y no la eutanasia.

—De vez en cuando salen a la luz casos extremos como el de Vicent Lambert, ¿se podría sopesar esta práctica para este tipo de enfermos?

—La eutanasia no es la solución en ningún caso porque es eliminar la vida de un ser humano que siempre es un don, por tanto, eliminar la vida siempre es un mal moral. Nosotros lo que proponemos es mejorar la situación del enfermo, aliviando el dolor, el sufrimiento, la soledad, fortaleciendo los lazos que le unen a su familia y a su entorno. Además, hoy en día la medicina ofrece un arsenal terapéutico tan amplio que puede completar ese consuelo y esa compañía que el enfermo necesita.

—¿Es lícito el tratamiento del dolor aunque pueda provocar como efecto secundario el acortamiento de la vida?

—Sí. En el año 57 el Papa Pío XII se refirió a esto en un congreso de anestesiología. En la dosis adecuada para controlar el dolor y aunque como efecto secundario pueda llevar a un posible acortamiento de la vida es lícito, decía el Papa. El dolor empequeñece y agota a la persona, por tanto, todo aquello que tenga la intención de aliviar ese dolor y no causar la muerte es un deber ético de primer orden.

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