Los nuevos comportamientos de una sociedad que afronta un pésimo momento económico. La escasez de recursos ha supuesto una vuelta a la realidad de que la persona se desarrolla en grupo y necesita el apoyo de la unidad familiar como solución al pesimismo que ha provocado la crisis. A su vez, la falta de liquidez obliga al abandono del individualismo exacerbado y de la ‘sociedad del AVE’, que exige tenerlo todo y ya, y dejar paso a una nueva cultura del esfuerzo.
Fuente: Cristina Arredondo-agea.net
Que estamos en crisis ya lo sabemos. Sin embargo, sorprende cuando miramos alrededor y vemos que la gente se sigue casando y las universidades y las escuelas de másteres se llenan. Y la pregunta no tarda en saltar, ¿de dónde sacarán el dinero para hacer frente a tanto gasto? También es llamativo que matrimonios por los que ya nadie apostaba resurjan en medio de la crisis y, de hecho, el INE destaca que las cifras de divorcios y separaciones están cayendo.
A la vez, aumenta el consumo de cocaína, hachís y alcohol. Las farmacias no dan abasto con las ventas de antidepresivos y a los psiquiatras no les falta el trabajo. El dinero escasea y el mundo parece volverse loco porque la crisis afecta al bolsillo, pero también a las cabezas y a las relaciones sociales, que se convierten en el pilar que nos mantiene a flote ante la incertidumbre.
«La crisis ha puesto de manifiesto que uno solo no puede y ha provocado una vuelta inmediata a la realidad de que somos personas que vivimos en grupos, que nuestra unidad familiar es muy importante y que necesitamos el apoyo de los demás: se acude a la familia extensa, se trata más a los padres y se dedica más tiempo a la relación», dice Antonio López Peláez, sociólogo y catedrático de Trabajo Social y Servicios Sociales de la UNED.
Hasta hace cinco años lo que se valoraba eran los temas individuales. Como explica López, «hemos vivido unos años en los que sólo se valoraba un mercado en el que cada uno negociaba en función de sus intereses y lo importante era un crecimiento sostenido que remitía a que hubiera siempre una suma positiva: tu casa valía más, en tu ca- rrera te pagaban más y esto provocaba un incremento del individualismo y de la visión de la realidad en función de los proyectos individuales».
Aumenta la depresión
El especialista del Departamento de Psiquiatría y Psicología Médica de la
Clínica Universidad de Navarra Fernando Sarrais también coincide en que esta individualidad ha dado lugar a una forma de vivir en la que muchas personas han desarrollado «una forma de ser preocupada, temerosa, muy exigente, pesimista, perfeccionista, intransigente, dependiente de resultados, de éxitos, de dar buena imagen e impaciente. Es una forma de vivir acelerada, estresada por tener prestigio y reconocimiento de los demás, que da lugar a patologías somáticas, psiquiátricas y de la personalidad», explica.
«Por ejemplo, las personas con trastornos de ansiedad generalizada tienen como síntoma dominante la preocupa- ción continua, cuando lo que deberían
hacer es dejar de preocuparse, ocupar- se de las cosas y procurar disfrutar haciéndolas, pero no sufrir con lo que hacen, pues acaban cogiéndole fobia», señala Sarrais. Esta sociedad del AVE, como la denomina el psicólogo, en la
que todo debe hacerse muy rápido, con la consiguiente frustración si no se
logran los objetivos, «favorece vivir con ansiedad, pues las personas están
en continua alerta y tensión».
La crisis ha puesto de manifiesto que a partir de ahora esa rapidez ha dejado de tener validez, siendo sustituida por el esfuerzo y conseguir objetivos a largo plazo.
«La cultura del esfuerzo hasta ahora no tenía ningún sentido porque teníamos personas que estaban trabajando, ganaban 30.000 euros y su vivienda se
revalorizaba cada año 15.000 euros». Sin embargo, en medio de esta vorágine «nos encontramos con que se ha mitificado al señor que hace unas transacciones en Bolsa y gana una cantidad increíble», señala López, que además incide en que éste ha sido el modelo en el que la gente se ha formado.
«Lo que ha ocurrido es que la ruptura de ese mercado nos ha devuelto a la
realidad, y la realidad son el trabajo y la carrera a largo plazo».
Por eso, actualmente nos encontramos con que hay una vuelta masiva a
la FP y a la universidad, según el sociólogo de la UNED: «Toda la gente
que la abandonó para dedicarse a la construcción y ganar 2.000 euros se
da cuenta de que tiene que volver a formarse. Hay una readaptación».
En situaciones de estrés se manifiesta la necesidad de acudir a las redes de solidaridad
López precisa que en ese proceso hay colectivos sobre los que la exclusión social va a ser más violenta: la gente que se queda en el paro largo tiempo y la gente entre 25 y 35 años que no logra independizarse y desarrollar su plan de vida personal. «Al final son las redes familiares las que apoyan de manera más consistente en términos de incertidumbre».
Si bien todo ello supone un enfrentamiento de intereses en el que las personas deben aprender a adaptarse a un nuevo entorno. Se produce una frustración que, pese a estar cerca de la familia y amigos, se traduce en trastornos de ansiedad, estrés o depresión. Sarrais señala que la cuestión de fondo es el miedo a sufrir. «Las personas necesitarnos sentimos valoradas y estimadas por los demás yeso supone cumplir unos estándares». Unos estándares que significan tener trabajo, dinero, posición, etcétera.
El peligro que amenaza si se pierden todos esos privilegios, explica, es que la gente no te va a estimar ni valorar o te va a rechazar y entonces se puede sufrir. «Todas las cosas que estresan y deprimen provocan sufrimiento psicológico; si es breve, se puede soportar porque todo el mundo tiene cierta resistencia a la frustración y el sufrimiento; pero si se prolonga mucho, supera esa resistencia y acaba rompiendo a la persona, ocasionándole problemas de angustia, de insomnio o enfermedades psicosomáticas», explica.
Así se explica que con la crisis hayan aumentado las psicoterapias y el consumo de tranquilizantes. La Organización Mundial de la Salud ya anunció que en los próximos años se multiplicarían este tipo de pacientes. Según un estudio de Pfizer, el consumo de antidepresivos ha aumentado un l()O¡{¡, pasando de 30 a 33 millones de unidades vendidas por año desde 2008, siendo Madrid, Galicia y Valencia las comunidades donde más ha aumentado la venta.
El consumo de drogas y alcohol son otras adicciones que están proliferando en la actualidad entre personas que superan los 30 años. «La incertidumbre sobre el futuro, la competitividad de la sociedad y el temor a no lograr triunfar», dice Sarrais, «provoca la búsqueda de soluciones rápidas y las sustancias alivian rápidamente, pero pasajeramente, el sufrimiento y los estados de ánimo negativo». Este médico comenta también que «el preocupante abuso de medicamentos tiene relación con esas prisas por quitar inmediatamente el malestar. Rápidamente tenemos que cambiar de situación emocional y experimentar nuevas sensaciones» y lo que ha originado que estemos viviendo una época de dependencia de las sustancias químicas,
Según Sarrais, la solución a estos trastornos fruto de la crisis pasa por suprimir la fragilidad psicológica de estas personas, la dependencia psicológica de tener bienestar, un éxito, una aceptación, un triunfo social o laboral y el no soportar los fracasos, los errores, la imperfección, la limitación, los problemas. Hay personas con terror a las dificultades, y ese miedo no se elimina sólo a base de pastillas, «sino que es necesario enfrentarse al sufrimiento y enseñar al paciente en la psicoterapia a conocerse como es».
El incierto estado de bienestar
La falta de liquidez ha dado una fuerte sacudida a esta mentalidad. De un optimismo enloquecido en el que el consumismo extremo era la puerta de entrada al reconocimiento social, hemos pasado al pesimismo, cuya consecuencia
drástica ha sido la necesidad de acudir a los demás para solucionar los problemas y que ha despertado «la importancia y el valor de lo que se quiere frente a lo que se podría tener»; esto explica, según López, que las rupturas matrimoniales hayan caído.
Los divorcios se han reducido porque se dedica más tiempo a la relación
En 2009 hubo un 33,5% menos de separaciones y divorcios con respecto a 2008. «En un mundo en el que ideológicamente se hablaba de la fragilidad de las relaciones, te das cuenta de que tu familia o tu relación es lo único que tienes, por lo que hay una vuelta a cultivar las relaciones, que es tu ámbito de apoyo y donde encuentras a alguien que va apostar por ti», señala el sociólogo.
«La crisis impide desarrollar los sueños vitales básicos», dice el sociólogo López
En cuanto a la natalidad, López destaca que «tener un hijo implica cambiar el patrón de consumo y es lo primero que se elimina con la crisis». Así, aparece el conflicto de que muchas mujeres de entre 35 y 40 años que ahora no se arriesgan a tener hijos es posible que ya no los puedan tener cuando pase la crisis. «O sea que realmente la crisis está afectando a un proyecto personal básico». Esto pone de manifiesto las insuficiencias de nuestro estado de bienestar.
«Se habla de que los trabajadores no tienen movilidad, pero en la práctica, si no tienes familia ¿quién te va a sacar los hijos adelante si no tienes plaza en la guardería o no tienes ayuda en tu casa? La realidad es que la mayor parte de las personas jubiladas hoy en día lo que hacen es cuidar a sus nietos; por tanto, eso está indicando que nuestro estado de bienestar tiene graves carencias que impide la reproducción de la población y que impiden que las personas cumplan sus sueños vitales básicos; uno de ellos es que si quieren tener un hijo, puedan tenerlo».
Dadas las circunstancias, si algo queda claro es que la clase política no va a sacar a nadie de la crisis en la que nos hayamos, al menos de la crisis social, cuya remedio se esconde, según los expertos, tras el esfuerzo personal, el conocimiento y la aceptación de nuestras capacidades y el apoyo incondicional de la familia.