Que la familia es un bien, es algo de lo que casi todos estamos convencidos. La familia iniciada por el matrimonio de hombre y mujer, se incrementa de manera natural con el nacimiento de los hijos y en ocasiones con otros familiares. Es por ello la primera, más natural y fundamental de todas las sociedades. De su existencia nace la sociedad civil y con el concurso de algunos de sus miembros, otras sociedades.
La familia es un bien individual y social. En ella cada individuo se siente querido, acogido y valorado, no por lo que vale, sino por lo que es. De la familia recibe sus valores y su forma de entender la vida. En ella aprende los fundamentos en los que apoyará en el futuro su vida de ciudadano responsable y de ella también, aprenderá a vivir las virtudes sociales que le llevarán a interesarse por los demás, a preocuparse por su bienestar, a olvidarse de sí para volcarse en su servicio. Tiene la familia una misión eminentemente formadora de sus miembros y transmisora de sus valores.
Por todo ello la familia es un bien para la sociedad. Si la calidad de su conjunto depende de la de cada uno de sus miembros, que lo son, inicialmente y por derecho propio de la familia, no extraña el interés de la ONU por refrescarnos la memoria sobre su importancia en unos momentos en los que cunden las campañas de desprestigio y agresión generalizada por parte de determinados grupos, ante la dejadez e indiferencia, cuando no de “seguidismo”, de algunos gobiernos.
La familia hoy, necesita protección en muchos países del mundo. En el nuestro también.