Se dice que el que “el que algo quiere algo le cuesta” y que “todo lo que vale cuesta” (y no hablo en términos económicos).
A raíz de los resultados obtenidos en los informes de evaluación europeos, se han disparado las alarmas sociales al habernos “suspendido”, bueno a nuestros adolescentes, a nivel europeo en Matemáticas y Literatura.
Como ya hemos “salido en los papeles” hay que tomar medidas, analizar la situación (que no es nueva), y ahora a “recuperar evaluaciones”. ¡Nunca es tarde si la dicha es buena¡
Escuchaba el otro día a unas profesoras, por cierto, con mucho sentido común, llegar al origen del problema: la pérdida del sentido del esfuerzo. La tendencia general de los estudiantes actuales es la de obtener el máximo rendimiento a sus facultades y tiempo de estudio, con el menor esfuerzo posible. Pero, ¿sólo los adolescentes?.
Estamos hartos de ver en los medios de comunicación la obtención de lucrativos beneficios con una patada a un balón (con todo el arte que implique), una portada de revista, el trabajo en una sola película, exponer los trapos sucios en un programa, con un boleto de lotería, etc. y esos, normalmente, son adultos. Si los niños y jóvenes imitan y se impregnan del ambiente en el que se mueven, ¿qué ven? ¿qué oyen? en la televisión, en la familia, con los amigos: “¡Fíjate los vecinos, que han cambiado otra vez de coche!” Se admira el tener, no el ser; el resultado, no el camino para obtenerlo.
¿Cuántas veces es noticia la inteligencia, desarrollada con el tiempo de estudio de un investigador; el trabajo de un joven para acabar su tesis; el de un empresario que gestiona personas no “productos”; la constancia en el trabajo de un padre de familia que mantiene con su esfuerzo a su familia; las horas de entrenamiento de un atleta, que a lo mejor no gana ese campeonato? Todo ello fruto de esfuerzo “con-ti-nu-a-do”, no de azares de la fortuna que obtienen un resultado inmediato.
Es loable intentar evitar el sufrimiento a los hijos y nietos, pero ahorrarles el coste de su esfuerzo para conseguir lo cotidiano, no supone ninguna ayuda para su vida, sino una laguna en su formación integral de persona. Ahora que está tan de moda el deporte, los que lo practican saben que, para desarrollar cada músculo, es necesario repetir muchas veces y cada vez con más peso, el mismo ejercicio, y eso ¡duele! físicamente, pero quieren desarrollar todas sus posibilidades físicas.
Del mismo modo que un músculo atrofiado, facilita la rotura del hueso o articulación que protege, ante la mínima torcedura, ante la falta de fortaleza, la persona débil sin entrenamiento en este aspecto, se resquebraja ante la menor dificultad, provocando diversas lesiones, llámense: depresión, droga (para olvidar el problema), alcohol, etc., etc. que se convierten en compañeras de camino de nuestra vida.
Sin pasar a “la letra con sangre entra” entrenémonos y entrenemos a nuestros jóvenes para ser estudiantes, y luego adultos de una pieza, fuertes frente a la vida
3 Responses to La ley del mínimo esfuerzo