La libertad es un don inalienable de todos los hombres de todos los tiempos. La verdadera libertad es aquella que se vive con plena y total responsabilidad.
Pablo de Tarso nos da un buen ejemplo de amor a la libertad cuando, frente al determinismo, proclamaba que “fuisteis llamados a la libertad”. Por lo tanto, todo ser humano debe amar y defender la libertad personal. Sin libertad no podemos amar. La libertad es para amar y para servir y está estrechamente vinculada con la Verdad. La libertad es la base y la raíz de la verdadera dignidad de la persona humana.
Estamos defendiendo la libertad cuando procuramos ser coherentes con la verdad y, al mismo tiempo, nos esforzamos por luchar contra la esclavitud de las pasiones. También la defendemos cuando renunciamos y no queremos acostumbrarnos a la degradación moral y a los atentados contra la vida humana de un ser ya concebido hasta su muerte natural.
Hay que reconocer que los medios de comunicación son, también, verdaderos instrumentos al servicio de la libertad en la medida en que transmiten la verdad. Y cuando actúan, decisivamente, en favor de la libertad personal cuando ejercen, correctamente, su papel de creadores y difusores de opinión; son la voz de los ciudadanos frente a los poderes públicos y a los grupos de presión.
Asimismo, los medios de comunicación son vehículos para potenciar la libertad de la persona, pero cuando se oponen a la verdad, al ofrecer una visión reductiva del ser humano, se fomenta el consumismo o se explotan las tendencias desordenadas, cuando se bombardea con el morbo escandaloso o se presentan como puntos de referencia de comportamientos anómalos o antinaturales, son formas concretas de opresión.
También debemos rechazar la inmoralidad, en sus múltiples manifestaciones, ya que es una falta de respeto a la dignidad humana. Y exigir que los medios de comunicación cumplan con su fin específico; informar, formar opiniones y entretener a los televidentes. Amamos la libertad pero exigimos la responsabilidad ya que los medios de comunicación deben ser conscientes del gran servicio que están llamados a desempeñar como difusores de la verdad y constructores de la libertad. «¡Oh, libertad, encanto de mi existencia!, sin ti el trabajo es tortura y la vida una larga muerte»