Se ha lanzado una campaña de ropa interior para mujer. Las vallas publicitarias exhiben jovenes en una actitud provocativa. Están emplazadas en los cruces de las vías laterales de las grandes autopistas, así como también, en lugares estratégicos dentro de las ciudades.
Existe un hecho incuestionable y es la mala utilización de la mujer como reclamo publicitario, olvidando su dimensión de persona humana.
Hay que hacer una campaña para dignificar a la mujer y que no sea utilizada como simple objeto, la iniciativa debería partir de cada uno de los ciudadanos que integramos la sociedad.
Por otro lado, que la publicidad tenga en cuenta a la mujer, en cuanto al mensaje emitido, es muy razonable. A las altas estadísticas de mujeres que toman las decisiones de las compra, hay que añadir un porcentaje de hombres que toman ellos las decisiones, influidos por la mujer.
Que la mujer sea más o menos protagonista de la publicidad, no viene dado porque una serie de creativos carezca de imaginación, sino porque es un reflejo de la importancia que tiene la mujer a la hora de realizar las compras y si cada uno de nosotros adquirimos conciencia de la dignidad de la mujer, la publicidad, sin darse cuenta lo recogerá. Cuando esos cambios se pretenden hacer desde arriba, se falla estrepitosamente.
El cuerpo humano, muestra de la condición material de las personas, posee en sí mismo una trascendencia no rebajable al mero consumo publicitario. Su uso indiscriminado supone un descarado ataque a una parte esencial de la naturaleza humana, una clara agresión que atenta contra la dignidad humana de las mujeres.
Es el momento de reflexionar sobre la existencia de unas normas, que siempre han existido, y que no coartan la libertad humana. Normas que diferencian al hombre de una bestia y que nos llevan a comportarnos como seres humanos y civilizados.