A Teresa de Jesús le movía más dar el testimonio de su alma y su oración que una voluntad estética. Vivir y comunicar la experiencia de Dios. Sobre todo, su trato con Jesús Sacramentado. Su biografía reconoce que contemplar en la Cuaresma de 1554 una imagen de Cristo llagado cambió su vida. Tenía Teresa entonces 39 años y llevaba casi veinte de monja. Pero a esa edad madura encuentra de verdad el amor de Dios. Resuena el Sero te amavi… «¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva!», de las Confesiones de san Agustín.
El hispanista Joseph Pérez, catedrático de Burdeos y premio Príncipe de Asturias, destaca tres cualidades en Teresa de Ávila: su magnanimidad, su lucidez y su elocuente sinceridad, es decir, la capacidad de esta mujer para expresar de modo claro lo que sentía. Claro, con palabras llanas, en estilo preciso, pero no sencillo siempre, porque «no escribe como habla».
Se aprecian esos dones y ese afán literario en el primer gran escrito que le salió del alma, el que conocemos como Libro de la vida, redactado en 1562, perdido después, y que, basándose en el texto inicial, vuelve a escribir en 1565. Lo llevó a la Inquisición doña Ana de Mendoza, la resentida princesa de Éboli. Pudo imprimirse, por fin, en 1588, póstumamente, en las prensas de Foquel, un flamenco asentado en Salamanca.
Los diez primeros capítulos resumen su infancia y adolescencia, la muerte de su madre, la del padre, su ingreso joven en la vida religiosa en 1535 con veinte años y los otros veinte de monasterio aunque estrechados por la tibieza y la sequedad de corazón, hasta recibir la gracia de ver amorosamente a Cristo colgado en el padecer de la cruz. Los doce capítulos siguientes configuran un tratado de oración y de la relación viva con Dios. Del 23 al 36 Teresa relata la primera fundación, el monasterio de San José, en Ávila, nacido a la fuerza conventual el 24 de agosto de 1562. Aún añade páginas, los cinco capítulos finales, para enhebrar favores, mercedes, de la Divinidad y experiencias espirituales.
Pero ni ahí ni en ese libro acabó la vida de esta mujer singular, porque en otros escritos reaviva episodios vitales. Inexplicablemente, en la magnífica serie de 1984 —entregada interpretación de Concha Velasco— no figura el capítulo 24 del Libro de las fundaciones, una concatenación de dificultades que todo guionista debería conocer. Teresa, sesenta años de edad, viaja con cuatro monjas a fundar el que será el convento de San José del Carmen en Sevilla. Dios más allá de los pucheros.
Quien quiera recorrer con soltura el Libro de la vida puede confiar en la edición elaborada por Mª de los Hitos Hurtado en Edaf, o incluso en la de Eduardo T. Gil de Muro en la editorial Monte Carmelo. Quien lo haga comprobará que leer nos da más vida.
Fuente: Jose Luís González