En estos meses se revive, todos los años, el aniversario de la sentencia de la Suprema Corte de Justicia de los Estados Unidos, sobre el proceso Griswold de Connecticut. Esta fue la primera de las numerosas sentencias que aceptaron la cultura de la muerte, en la que estamos inmersos.
En el año 1965, la Corte Suprema de los Estados Unidos, estableció un precedente judicial para lograr que la Constitución legitimara a las mujeres el derecho de confidencialidad en el asunto de las prácticas sexuales. Eso significaba que los Estados de la Unión no lograrían impedir que una esposa consiguiera pastillas para el control de la natalidad. Sin embargo, tal y como el magistrado Andrew Napolitano indicó, el derecho constitucional a la confidencialidad nada tiene que ver con el control de la natalidad.
La querellante era Estelle Griswold, directora de Planned Parenthood League of Connecticut: Paternidad Planificada del Estado de Connecticut. Griswold y el facultativo Buxton inauguraron un chiringuito para el control de la natalidad y fueron apresados y sancionados por comerciar con grageas anticonceptivas, las cuales estaban prohibidas. El caso fue mandado a la Corte Suprema.
A los norteamericanos les preocupan las letales secuelas de la píldora y de otras elaboraciones anticonceptivas que originan los abortos químicos. Por este motivo, la American Life League, unida con la Pro Life Wisconsin y Pharmacists for Life Internacional Associate Groups, convocan a todos los mortales pro vida de los Estados Unidos, para protestar por la aprobación de la pastilla criminal que asesina a criaturas inocentes e indefensas.
La American Life League declara que la cifra de abortos constituyen una plaga. La Universidad de Pittsburg juntamente con la Ohio State University y el Bioquímico de la American Life League, Bogomir M. Kuhar, comprobaron que en el período 1973 al 2003 se produjeron, cada año en los Estados Unidos, entre 6.600 millones y 11.700 millones interrupciones voluntarias del embarazo. Es decir que, durante este lapso de tiempo, se provocaron un total de 196.300 millones de abortos y 324.300 millones de abortos químicos, lo que corresponde a más de la población de los Estados Unidos.
“El niño por nacer es un ser humano a partir de la concepción, y su vida debe ser respetada. Esa vida fue redimida por Cristo, esa vida es un regalo de Dios”, afirma el teólogo suizo, Karl Barth.
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