La revolución sexual, origen de la sepultura de Europa

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Cuando en 1951 se comenzó a administrar la píldora en mujeres, siempre con cierto respaldo médico, pero casi siempre indicado para contracepción, la Iglesia se planteó la moralidad de su uso por la repercusión que tendría en las relaciones y el comportamiento de las personas, primero dentro del matrimonio y posteriormente, en la relación social. Pablo VI sentenció entonces que «la Iglesia, en toda su historia, no se había enfrentado a un problema tan grave».

Sabía entonces ya el Santo Padre que aquella forma de revolución afectaría a la persona mucho más allá que a una costumbre o un error dogmático. Sabía con claridad que afectaría a la antropología y provocaría cambios en el ser humano con unas dimensiones que entonces nadie era capaz de calcular. Pero hoy, sí, porque vemos que la sociedad ha sufrido un laicismo practicante y por lo tanto, una desmoralización de las prácticas personales, profesionales y sociales.

Uno de los efectos directos que ha terminado concluyendo en el mundo es que el ser humano ha permutado la lógica del don por la lógica del deseo. Hemos pasado de ser padres porque Dios nos da ese don a convertirlo en la posible posibilidad de ser padres. Ahora en la más absoluta nota de individualismo y muestra neoliberal del mercado, nos permite acceder a ese deseo por la fecundación in vitro y -en la última tendencia esclavista- por la maternidad subrogada.

Los trasnochados maltusianos, siguen empeñados en convencer, a eso que llamamos el primer mundo, de que no debemos atiborrar la tierra de vida humana porque no hay para todos, señalan sin rubor la pobreza de los países subdesarrollados en los que siguen empeñados en no querer ver que la pobreza no es cuestión de número de hijos, sino de la inacción de ellos, de los países ricos.

La revolución sexual del afamado mayo del 68 solo trajo consigo la libertad del uso del cuerpo porque el resto sigue normalizado, mercantilizado y sometido a legislaciones cada vez menos permisivas que conllevan a medirlo todo. Así que queda el cuerpo, y haz con él lo que tú quieras. Se habló de la utilización de la píldora para regular la paternidad responsable, es decir, teniendo sexo sin hijos. Hoy, hemos llegado a tener hijos sin sexo.

Nos hemos olvidado de que el acto sexual era una relación unitiva cuyo fin era el procreativo, si tenía que serlo. Nos hemos querido engañar creyéndonos a pies juntillas que lo de la paternidad responsable era no tener hijos, y muchos de los matrimonios bien pensantes y algunas ramas del clero lo han practicado y predicado como si tuvieran razón, porque sabían de lo que hablaban -eso se creían, claro-. Cuando el sexo solo es un punto de unión para gozar, un ocio de o con los cuerpos, cosifica a la persona. Solo así tienen sentido la prostitución, la pornografía y la ruptura antropológica. Así, la lógica del deseo es la que da sentido a la homosexualidad, y hasta fomentarla. La revolución sexual es el origen de la sepultura de Europa, olvidando la verdad principal de su origen.

Fuente: Humberto Pérez-Tomé

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