Durante el primer Foro Mundial de Televisión que se celebró en la cuna de la Organización de las Naciones Unidas, se aplaudió que el 21 de noviembre se conmemorara el Día Mundial de la Televisión.
Las cadenas de televisión son una ventana abierta al mundo desde las distintas perspectivas que animan sus respectivos proyectos informativos. Por ello se invitó a todos los países a impulsar eventos televisivos centrados en causas como la paz, el progreso económico y social, la seguridad y la coexistencia entre mortales de heterogéneas culturas. De este modo se impulsará una televisión que, además de distraer, impulse una cultura de paz, seguridad y desarrollo.
Sin embargo la violencia, la cruda morbosidad y el sexo, se han convertido en los pilares de no pocos programas televisivos. La competitividad no se ha basado en una programación seria y responsable, sino en la atracción del público con unos contenidos banales y groseros, que están en la frontera de lo éticamente permisible. En la telebasura se busca el crecimiento de la audiencia a través de la provocación de los instintos, las pasiones y los sentimientos del telespectador.
En Estados Unidos, las grandes cadenas televisivas incrementaron los programas sensacionalistas, el erotismo… Pero llegó la reacción de los anunciantes que decidieron retirar su publicidad de aquellos programas que atentaban contra la moral, las buenas costumbres y los principios de la libertad y de la convivencia.
Es necesario que se pongan los medios pertinentes ante la epidemia de vulgaridad y erotismo que inunda la pequeña pantalla y que sólo consigue degradar al telespectador. Urge eliminar de las parrillas todas las series violentas, insolentes y eróticas, que pueden ofuscar a los chiquillos que, ante semejantes aberraciones, pueden terminar enmarañados o trastornados.