En la Apertura del Curso Académico de la Universidad de Berlín, el 22 de octubre de 1818, Hegel pronunció un discurso sobre la necesidad de la verdad que tiene el hombre. He seleccionado algunos párrafos, que reproduzco a continuación:
«La necesidad más seria es la de conocer. Es aquella por la cual el ser espiritual se distingue del ser puramente sensible, y por esto, es la necesidad más profunda del espíritu, y, por lo tanto, una necesidad universal. (…) hay hoy todavía quienes afirman y pretenden demostrar que no hay conocimiento de la verdad, que Dios, la esencia del mundo y del espíritu, es un ser inconcebible e incomprensible. Se debe, en su opinión, atenerse a la religión, y ésta debe atenerse a la creencia, al sentimiento, a un presentimiento oscuro de su objeto y no aspirar a un conocimiento racional de la verdad».
Un poco más adelante, en el mismo discurso, trae a colación a Poncio Pilato, pero esta vez, al contrario que Kelsen, no para alabar su ecuanimidad, sino para criticar su cinismo: «Han ido tan lejos como Pilatos, el procónsul de Roma, que, oyendo a Cristo pronunciar la palabra verdad, le preguntó: ¿Qué es la verdad? como quien sabe a qué atenerse en este punto, como quien sabe, quiero decir, que no hay conocimiento de la verdad».
Acto seguido, Hegel manifiesta lo absurdo de los que presumen de relativistas: «Y así, este abandono de la indagación de la verdad, que en todo tiempo ha sido mirado como señal de un espíritu vulgar y estrecho, es hoy considerado como el triunfo del talento. Antes, la impotencia de la razón iba acompañada de dolor y de tristeza. Pero pronto se ha visto a la indiferencia moral y religiosa, seguida de cerca de un modo de conocer superficial y vulgar, que se arroga el nombre de conocimiento explicativo, reconocer francamente y sin emoción, esa impotencia y cifrar su orgullo en el olvido completo de los intereses más elevados del espíritu.»
«Este pretendido conocimiento se ha atribuido, no obstante, el nombre de filosofía y nada ha alcanzado mayor éxito cerca de los talentos y caracteres superficiales, nada que acojan con más entusiasmo que esta doctrina de la impotencia de la razón, por la cual su propia ignorancia y nulidad adquieren importancia y vienen a ser como el fin de todo esfuerzo y de toda aspiración intelectual» Sostengo que la filosofía tiene un objeto, un contenido real, y este contenido es el que quiero exponer a nuestra vista. El amor a la verdad y la fe en el poder de la inteligencia, son la primera condición de la indagación filosófica». (Hegel, 1818)