Musulmanes que reprueban los asesinatos en la sede de “Charlie Hebdo”, a la vez piensan que en Europa se usa la libertad de expresión como pretexto para irreverencias contra su fe. El novelista holandés Abdelkader Benali, hijo de inmigrantes marroquíes, trata de explicar cómo puede surgir el odio en un joven musulmán aludiendo a su propia experiencia. Tenía trece años cuando el ayatolá Jomeini dictó la fetua contra Salman Rushdie. Entonces vio que en Holanda los no musulmanes condenaban las amenazas contra el escritor indio, pero no comprendían que causara indignación la irreverencia a Mahoma. “¿Cómo puede alguien sentirse ofendido por una ficción?”, dijo el profesor de Historia.
FUENTE: ACEPRENSA
Entonces Benali se sintió “arrojado a un mundo en que se admitía todo y nada era sagrado”. Él acabó superando la tentación de la violencia; pero advierte, con referencia a los jóvenes musulmanes de Occidente reclutados para la yihad, que “la atracción del extremismo puede ser muy fuerte cuando creces en un mundo en que los medios de comunicación y la gente alrededor de ti parece burlarse de tu cultura e insultarla”.
De hecho, muchos musulmanes se sienten ofendidos por las caricaturas de Mahoma y ven la libertad de expresión practicada en Europa como la ley del embudo. El islamista radical británico Anjem Choudary lo expresó así en Twitter: “Si se puede sacrificar la libertad de expresión para penalizar la provocación y el odio, ¿por qué no por insultar al Profeta de Alá?”. También Elsa Ray, portavoz del Colectivo contra la Islamofobia en Francia, resalta el contraste entre la tolerancia a las sátiras contra Mahoma y la contundencia con que se reacciona en Francia cuando otros insultan a los judíos, como se ha visto en el caso del cómico Dieudonné M’bala M’bala.
La incongruencia que encuentran los musulmanes procede de que las leyes europeas admiten limitaciones a la libertad de expresión para castigar la incitación al odio y las amenazas contra personas y grupos; pero son más laxas con las injurias a la religión. En palabras de The Economist, “aunque una imagen u opinión sea imprudente o de mal gusto, no se debe prohibirla, a no ser que incite a la violencia”; así, Charlie Hebdo ejerció “su derecho a ofender: concretamente, a ofender a los musulmanes” (y a otras religiones, precisa más adelante el semanario).
Pero muchos niegan que la libertad de expresión incluya el derecho a ofender, y para un musulmán es más grave el insulto a Mahoma que a él mismo. El gobierno iraní está entre las autoridades y organizaciones del Oriente Próximo que criticaron el nuevo dibujo de Mahoma aparecido en el primer número de Charlie Hebdo después del atentado. Preguntado por los motivos, el ministro de Exteriores, Mohammad Yavad Zarif, que se encontraba en Ginebra, dijo a periodistas occidentales: “Creemos que se debe respetar lo sagrado”.
Sin embargo, tampoco son coherentes las protestas musulmanas por las faltas de respeto a lo sagrado, según el periodista turco Mustafa Akyol, autor del libro Islam without Extremes: A Muslim Case for Liberty. Akyol señala que “el Profeta Mahoma no es la única figura sagrada del islam”: también lo son Abraham, Moisés y Jesús. Pero “los radicales islamistas parecen obsesionados solo con el Profeta Mahoma”. Ni siquiera han reparado en la burla a Dios, que debería ser tenida por la peor de las blasfemias. Charlie Hebdo y otras revistas también ha publicado “dibujos que ridiculizaban a Dios (en contexto judío, cristiano o musulmán), pero solo han sido amenazadas de violencia cuando han ridiculizado a Mahoma”.
Resentimiento juvenil
La explicación, según Akyol, es que “mientras que Dios y los otros profetas son sagrados también para el judaísmo y el cristianismo, el Profeta Mahoma es sagrado solo para los musulmanes”. Las reacciones airadas que suscitan las irreverencias a Mahoma “se deben no al mero respeto a lo sagrado, sino al fervor militante por lo que es sagrado para nosotros, o sea, para la comunidad de musulmanes”. Es un “nacionalismo religioso, que se centra en la comunidad terrenal, no en la verdadera fe, cuyo centro de atención debería ser lo divino”.
Algo semejante subraya el escritor en lengua francesa Tahar Ben Jelloun, premio Goncourt en 1987, cuando dice que “el islam ha llegado a ser más que una religión”. Nacido en Marruecos, como Benali, también él se refiere a la sensación de rechazo que tienen muchos musulmanes en Europa; pero no solo por encontrar hostilidad o sospecha hacia su religión. En un comentario publicado en el New York Times y otros periódicos, señala que la mayoría de los musulmanes de Francia –unos cinco millones– se consideran totalmente franceses, y reprueban el terrorismo cometido en nombre del islam; pero “muchos ciudadanos franceses siguen viéndolos con desconfianza” –si bien “no injustamente del todo”, precisa–. Por eso, “para muchos jóvenes franceses descendientes de inmigrantes, hoy el islam les da una cultura que Francia misma no ha logrado inculcarles”. La falta de posibilidades de muchos de ellos, que habitan barrios deprimidos, la propaganda antiinmigración del Frente Nacional y otros sectores, “han fomentado el resentimiento entre jóvenes cuya condición de franceses siempre se pone en duda y nunca se da por supuesta”.
Pero no hay solo faltas ajenas. “También es responsabilidad de los musulmanes organizarnos y velar por la educación de los adolescentes, pues a demasiados se deja ir a la deriva y caer en las redes del islamismo político, y son presas fáciles para los reclutadores de la yihad”.