Libres para el mal, libres para el bien

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libertad-para-el-bienLibertad y mal: dos realidades que acompañan al hombre desde sus orígenes. Estoy seguro de que quienes leen a diario estos trazos publicitarios se han preguntado alguna vez dónde está Dios cuando se asesina o tortura a inocentes o por qué permitió Auschwitz y el Gulag.

El conocimiento que Dios tiene del mal que los hombres cometen no le hace cómplice, porque no impone necesidad a las acciones humanas, advierte Tomás de Aquino, una de las mentes más lúcidas de todos los tiempos.

Dios ha dotado a hombres y mujeres de verdadera capacidad de actuar, lo que implica que sus acciones tengan consecuencias reales. Si a las criaturas libres no les permitiera causar efectos malos, su libertad sería ficticia.

Si permite que se produzcan algunos males es para que no resulten impedidos muchos bienes: la capacidad de enmendarse, el heroísmo en la resistencia al mal, la solidaridad con los que sufren, la misma libertad…

¿Pero qué pasa con el sufrimiento de los inocentes? Pues que es un problema que ningún sabio puede resolver del todo. La luz verdadera proviene de la cruz y la resurrección de Cristo, que ha dado al sufrimiento valor y sentido por encima de toda previsión humana. Luz que no elimina el misterio.

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