Los abuelos

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abuelos1Hoy es el santo de quienes llevan por nombre Joaquín  o Ana. Es el nombre de los que, desde el s. II, se reconocen como padres de María, es decir abuelos de Jesús.

Algo debió llamar la atención del P. Angel, fundador de los “Mensajeros de la Paz”, para que instituyese este día como el “Día de los Abuelos”, que poco a poco se va difundiendo.  Probablemente, el tipo de vida que llevamos o el estrés al que nos vemos sometidos tuvieran algo ver en ello. O el trabajo, la inseguridad, las distancias, el tráfico o las dificultades económicas o familiares, que hacen que muchas personas “estén de los nervios”.

Tal vez influyó en su decisión el que gerontólogos, trabajadores sociales y otros profesionales relacionados con personas mayores empezasen a incluir,- por culpa de lo anterior -, el maltrato a personas mayores dentro del capítulo de la violencia doméstica.

No maltrato físico, que sería llamativo, sino otro más sutil, nacido del nerviosismo habitual, del cansancio o la prisa, que lo podría explicar pero nunca justificar y que se manifiesta en la exigencia de prisa para sus movimientos, en la impaciencia o en la falta de comprensión, junto a alguna voz “más alta que otra”.

Las personas de la familia que hoy son mayores, son las mismas de hace unos años, con una diferencia: entonces no dependían de los hijos. Son las mismas que, entonces, sin ninguna obligación, voluntariamente y sin esperar ventajas a cambio, les ayudaron haciéndose cargo de los nietos, mientras ellos estaban en el trabajo. Las mismas que, para ahorrarles tiempo, trabajo y dinero, les recibían al volver de él con mesa y mantel puestos.

¿Qué fue lo que generó tal cambio?. ¿Acaso su dependencia, que nos impide movernos con libertad?. ¿O tal vez el vivir exclusivamente el presente?.

De ordinario construimos nuestras vidas sin tener en cuenta que los años pasan para todos y que los achaques pueden aparecer en un instante. Por eso cuando la las limitaciones o la enfermedad se hacen presentes en ellos y en nosotros el cansancio,  nos encuentran desprevenidos. Es entonces cuando el trastorno de la novedad  nos altera y produce nerviosismo. Cuando recurrimos a la queja y al victimismo como recurso.

¿Natural?. Sí. ¿Lógico?. No tanto. Para algunos casos habría que pedir un poco más de cariño,- que se merecen -y, en todo caso, justicia, que es dar a cada uno lo suyo… o lo que merece.

Y los abuelos, por ser padres dos veces, merecen mucho. 

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