Los belenes de la Puerta de Alcalá

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dsc_9192La negativa del Ayuntamiento de Madrid, por segundo año consecutivo, a la instalación del tradicional Belén de la Puerta de Alcalá de Madrid,  ha provocado una explosión de sentido común y de sensatez en apoyo a una de las tradiciones más arraigadas. Miles de madrileños y de otros lugares, han colocado sus belenes en el lugar en que otros años el Ayuntamiento de la capital colocaba el suyo. La variopinta diversidad de estos miles de belenes no es un acto de protesta, sino de afirmación de algo muy nuestro, que la mentalidad sectaria de algunos pretende erradicar, sin ningún éxito, del corazón del pueblo. No en vano su origen y extensión se remonta a los siglos XIII, XIV y XV.

El belén como  representación doméstica del misterio de la Natividad de Jesús es una costumbre que surgió cuando en la Navidad de 1223, en Italia, San Francisco de Asís participaba en la misa dentro de una cueva en la localidad de Greccio. En ella, tras haber pedido permiso al Papa Honorio III, había instalado un pesebre con una imagen en piedra del Niño Jesús y un buey y un asno vivos.dsc_9214

dsc_9181Esta representación de Greccio fue el punto de partida de un fenómeno extraordinario de difusión del culto de la Natividad. Desde el mismo siglo XIII, la elaboración de belenes se difundió por Italia. Los frailes franciscanos imitaron a su fundador en las iglesias de los conventos abiertos en Europa. Esta costumbre se propagó por toda Europa durante los siglos XIV y XV.

En la actualidad, el belenismo tiene un gran éxito principalmente en Italia, España, Italia e Hispanoamérica. En Francia, tras la Revolución Francesa en que fueron prohibidas las manifestaciones navideñas, en la zona de Provenza surgieron con mucha fuerza. Incluso las comunidades protestantes, aunque no hagan belenes en las casas, sí conservan la tradición de representar “belenes vivientes”, con niños.

dsc_9204«La celebración litúrgica del Nacimiento de Jesús, con las numerosas manifestaciones de piedad popular que la acompañan, constituye un momento de gran importancia para que esta verdad resplandezca ante los ojos y el corazón del pueblo cristiano, y también ante innumerables hombres y mujeres que, en el mundo entero, celebran de algún modo la Navidad aun sin conocer su significado. Por eso, la instalación del belén en los hogares y en las ciudades es una recia manifestación de fe, capaz de despertar a un mundo que tiene el riesgo de olvidar las realidades eternas, concentrándose en las pasajeras…

Tratemos de hacer revivir en nosotros el mismo asombro y el mismo entusiasmo de san Francisco en aquella noche de Navidad en tierras de la Umbría. La raíz griega de esa palabra, entusiasmo, contiene una referencia a la inspiración divina que suscita en quien la recibe: pasión, alegría, admiración, arrebato, fervor de espíritu… Y así sucede en verdad, cudsc_9188ando consideramos el significado del nacimiento del Niño de Belén. Sus lecciones de humildad, pobreza, abandono, son siempre actuales, y quizá más en nuestra época, atravesada por tensiones que desembocan en el olvido de Dios y en el rechazo del prójimo. En Jesús Niño se manifiesta el Dios-Amor: un Dios inerme, que renuncia al uso de la fuerza, porque desea ser acogido libremente por los hombres.»(1)

(1) Palabras de D. Javier Echevarría (prelado del Opus Dei fallecido el pasado día 12 de diciembre, fiesta de la Virgen de Guadalupe)

FOTOGRAFÍAS: David Alonso Rincón

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