Los errores de la dictadura de lo politicamente correcto.

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A principios del siglo XX una serie de pensadores quisieron adaptar las ideas de la sociedad de entonces, de raices predominentemente cristianas, a a las ideas filosóficas en boga, con lo que se introdujeron una serie de errores graves en la concepción del ser humano y de la historia. Este movimiento, de ámbito prácticamente universal, que recibió el nombre de modernismo , ha rebrotado actualmente en una forma todavía más degradada denominada neo modernismo y que es el origen de casi todas las ideas contrarias al derecho natural, el sentido común y la visión cistiana de la vida, que padecemos actualmente.

El efecto sobre las personas es grande, pues apaga las hondas exigencias del espiritu, que sabe que el ser humano trasciende a esta vida, para instalarlo todo, en un horizonte puramente terreno, intentando sustituir la esperanza cristiana por el deseo de poder y de bienes materiales; la caridad y el amor auténtico por el desenfreno y el amor libre; y erradicar la fe intentando relegar a Dios y a su iglesia a la vida privada.

El primer efecto pernicioso que se ha producido ha sido tratar de incorporar el marxismo de forma solapada a nuestra visión del mundo y la sociedad, Lo que salva al ser humano, según ellos, no es la doctrina de Cristo, sino el mundo, la sociedad, los consensos políticos. Se enfoca los problemas sociales con un método historicista y relativista. Aunque acepten que la cristianismo puede tener la verdad en el ámbito religioso, sin embargo la verdad auténtica es la histórica y lo que la sociedad acuerda como cierto.

Presentan a la Iglesia como amiga del capitalismo y defensora del opresor. Como la consideran corrupta, hay que despojarla de toda manifestación exterior e influencia social y esto lo vemos en cierta legislación actual. Se busca solo un paraíso de confort en la tierra, y por eso insiten a todas horas en la idea de la sociedad del bienestar, que tiene su parte de verdad porque todos tenemos derecho a una vida digna pero se olvidan totalmente que aquí no tenemos una morada permanente.

La esperanza cristiana no excluye las cosas buenas de la tierra sino que les da un sentido, no son el fin en sí mismas sino el medio para mejorar este mundo y por eso los primeros que luchamos por mejorarlo de verdad somos los cristianos.

Otro error pernicioso es el hedonismo naturalista que en realidad es la negación del amor honesto y auténtico, que es el que tiene por objeto el bien. En lugar de ello se busca de forma ansiosa y obsesiva el amor a uno mismo, el amor egocéntrico, convirtiéndolo todo en objeto de placer y de satisfacción. Es la negación radical de la caridad qué es el amor de amistad, del amor, custodiado por la templanza, que da al matrimonio y a la vida familiar su verdadero sentido, como mutua y generosa entrega.

El hedonismo al rechazar el fundamento objetivo de la moral convierten el derecho en algo arbitrario. Si no existen límites morales todo se convierte en arbitrario, pues su valoración moral dependerá de la conveniencia o de la ideología. Ese hedonismo y la revolución sexual que ha traido consigo ha derivado finalmente en la aberrante ideología de género que es la culminación de dicha revolución sexual.

El laicismo es el tercer gran error de concepción de la sociedad. Una de sus obsesiones es intentar quitar legitimidad a la influencia de los cristianos y de la iglesia católica en la sociedad. Cuando se considera la razón humana como único criterio para resolver los problemas de la vida humana, no extraña a nadie que a lo religioso se le considere como algo privado casi como un sentimiento vergonzoso, algo discutible y relativo, sin influjo en la vida política o social y sin repercusión en el derecho y en la sociedad.

Esta ideología rechaza todo principio de autoridad: la de los padres, la tradición y el Magisterio de la iglesia. Es una violenta afirmación de la independencia individual y de la autosuficiencia. A la moral se opone una fe presuntuosa en la razón. En la raíz de este movimiento está lo que en los evangelios se denomina la soberbia de la vida, que es el gran defecto del ser humano, por eso es quizá el más pernicioso de todos, aunque no parezca tan agresivo en sus planteamientos.

Sin embargo, y para rebatir estas desviaciones, hemos de dejar claro que no hay un orden social o civil donde esté ausente la virtud personal. Tiene que haber hombres justos y la concordia social se produce cuando hay caridad auténtica. Esta solo se produce cuando se pone a Cristo en la cumbre de todas las actividades humanas, vivificando todo el tejido social y toda actividad humana honesta.

El problema de fondo es la gran ignorancia que muchas personas padecen en cuestiones clave del humanismo cristiano. Por esta razón un cristiano, como cualquier ciudadano tiene el derecho y la obligación de influir positivamente en el entorno social en que se desenvuelve su vida y transmitir integra la fe y el magisterio ordinario de la Iglesia que ha desmontado, desde el principio, cada uno de estos errores.

La dictadura de lo políticamente correcto intenta por todos los medios que dicha influencia no se produzca, pues en su deseo de control social absoluto, el enemigo a batir es la concepción de la vida que más ha defiendido siempre la libertad personal, que no es otra que la visión cristiana católica.

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