Según un estudio del Economic Policy Institute, el 17% de los trabajadores norteamericanos tenía en 2015 una jornada laboral inestable, bien porque el empleador les pide hacer horas extras a menudo o porque el propio contrato les exige estar disponible ante imprevistos de última hora.
Fuente: The Atlantic
Este tipo de trabajos es más frecuente entre los empleados que no cobran por horas ni tienen un salario mensual asignado; es decir, entre aquellos cuya remuneración depende de objetivos y entre los que están contratados para proyectos determinados. También se da más entre los más pobres, los que tienen una jornada a tiempo parcial y los no casados.
Alissa Quart explica en The Atlantic cómo la diferencia del tipo de trabajo de los padres crea una brecha educativa, que se suma a la relacionada con los ingresos y el estrato sociocultural de las familias, ya que son precisamente los colectivos más desaventajados los que con más frecuencia tienen jornadas laborales inestables.
Por un lado, esto repercute en el tiempo que pueden dedicar a supervisar las tareas escolares de sus hijos. Además, las relaciones familiares se deterioran. Según el estudio del Economic Policy Institute, los conflictos causados por la incapacidad para conciliar las exigencias laborales con la atención a la educación de los hijos son bastante más frecuentes en aquellos hogares donde los horarios laborales de los padres son poco predecibles.
En Estados Unidos, solo un tercio de los escolares vive en un hogar donde uno de los padres se dedica íntegramente al hogar. Esto es más frecuente entre las familias con más recursos. De ahí que, según una encuesta del Pew Research Center, la sensación de no estar suficientemente implicado en la educación de los hijos sea especialmente común en los hogares con menos renta, monoparentales y donde la madre trabaja a tiempo completo.