Madre. Mamá. Mamaíta. Mami….¿Qué más da? Son formas distintas de envolver un mismo cariño. Diversas formas de manifestarlo. Variadas maneras de recurrir, de recordar, de ansiar a una misma persona: a la madre.
¡Cuántas madres!. Cada cual la suya. Todas distintas. Todas irrepetibles. Todas queridas. Todas dejando su impronta en unos hijos que, la recordarán siempre.
Pidieron en cierta ocasión a hijos de distintas edades, que definieran con una sola palabra a su madre. Algunas, de una enorme lista son éstas:
Amor, abnegación. Prudencia, discreción, alegría. Seguridad, fortaleza, confianza. Generosidad, aliento, estímulo. Grandeza, paciencia, perdón. Modelo, ilusión, fe. Intuición, compañía, sosiego. Paz….
Seguro que alguna de ellas, habríamos elegido cada uno. Tal vez no, por parecernos pobres para definir la nuestra. Muchos, asomados a la perspectiva que facilita el paso del tiempo, necesitarían varias…. Es que la percepción total de la figura de la madre, lo necesita.
De niños, la llamamos. La madre es el todo que se disfruta. Simplemente. De jóvenes, es ella la que espera, mientras ocupa comprensiva, un discreto plano que los hijos no aprecian. De mayores, acude sin fallar, cuando se recurre a ella, a su experiencia, a su generosidad sin límites, a su amor sacrificado… Pocas veces, mientras vive entre sus hijos, ellos perciben su grandeza.
Es que la madre es a modo enorme brillante tallado, con innumerables facetas que le dan un incalculable valor. Precisa tiempo el descubrirlas. Y, al hacerlo, bueno sería que se lo agradeciésemos con un detalle de cariño.
Porque por encima o por debajo de cualquier otro obsequio, hay uno que verdaderamente, espera cada madre de sus hijos: SU CARIÑO.
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