Más niños, más riqueza. No lo dicen las empresas de videojuegos ni las de pañales. Lo afirma de nuevo la Comisión Europea, que tiembla ante las predicciones demográficas: en 2030 tendremos veinte millones de trabajadores menos. Grave problema. A menos población, menos consumo, menos empleo y menos cotizantes a la Seguridad Social para pagar las pensiones y las prestaciones por paro.
El motivo principal del «suicidio demográfico» europeo reside en el desempleo y la precariedad laboral, sobre todo femenina. Por eso nacen pocos niños y trabajan cada vez menos mujeres. La Unión Europea añade que es urgente fomentar la natalidad y favorecer que las madres se reincorporen al mercado laboral. Una buena medida sería aumentar el permiso de maternidad a veinte semanas y no penalizar el de paternidad, algo que ocurre de facto. También sugiere ampliar la red de escuelas infantiles (guarderías), especialmente en las empresas con más de 250 trabajadores. Pero sobre todo, garantizar la reincorporación después de dar a luz. Si eso ocurriera, cerca del 70 por ciento de las parejas se plantearía tener más niños.
Los países que más protegen a las trabajadoras (Holanda y los escandinavos) presentan una natalidad más alta. En ellos las mujeres —madres o no— están más satisfechas con su vida y más comprometidas con sus empresas. Sorprendentemente, en esas naciones es donde trabajan más madres. Parece que debería ser al contrario (a más hijos, menos mujeres empleadas), pero si se protege la natalidad y se ayuda a las familias, las familias pueden organizarse mejor y las madres retomar sus trabajos.
Un estudio del banco Goldman Sachs asegura que la desigualdad de oportunidades laborales entre hombres y mujeres (y la maternidad es su primera causa) le cuesta a la Eurozona el 13 por ciento de su producto interior bruto, el 19 por ciento en España. («Gender Inequality, Growth and Global Ageing», Global Economics Paper 154).
Para subsanar esa injusticia son necesarias leyes que fomenten el nacimiento y la crianza de los hijos: horarios flexibles, jornadas continuas, equiparación de los horarios laborales y escolares, diseño de trayectorias profesionales a media jornada… ¿Cuánto talento pierden las empresas si apartan a las trabajadoras con hijos?
Lo más importante, sin embargo, no lo dice Bruselas: la familia es el lugar donde desarrollamos afectos y virtudes, y donde cada uno es querido incondicionalmente. Ese es el primer «trabajo» de las madres y padres: amar y educar…, pero necesitan tiempo. Lograrlo sería un avance social tan importante como lo fueron la jornada de ocho horas o las vacaciones pagadas. Una medida buena para el Estado, mejor para las empresas y excelente para las familias.
Ignacio Uría