Los datos son contundentes. En España, por tercer año consecutivo, se han producido más defunciones que nacimientos. Este desplome en el número de nacimientos, señala la urgencia por llegar a un gran Pacto de Estado por la Maternidad que involucre a toda la sociedad española y que haga frente al desastroso informe publicado por el Instituto Nacional de Estadística.
Los datos dejan claro que no se trata sólo de un problema económico. Hay otros factores que se deben analizar.
Para revertir esta situación, entre los principales puntos que se deben trabajar se encuentran: fomentar los matrimonios, educar en el compromiso, la corresponsabilidad y estimular la orientación familiar y no el divorcio como salida cómoda.
El matrimonio indica un compromiso, una vocación de permanencia, un proyecto de futuro en común, por lo que es el espacio natural idóneo para el nacimiento y cuidado de los hijos. Sin embargo, lo que se está fomentando es una cultura del individualismo, de la búsqueda de los objetivos personales por encima de los demás y de relaciones de usar y tirar.
También son muy necesarias medidas económicas que animen a los jóvenes a formar sus propias familias y a tener hijos. Es necesario combatir la precariedad laboral y fomentar la conciliación.
Se necesitan estímulos económicos que vayan más allá de cheques bebé, como la prestación universal por hijo a cargo, la gratuidad de los libros de texto, reducción del IVA en los productos de primera necesidad infantil….
Es imprescindible un compromiso de los medios de comunicación, de las productoras de series y de los estudios de televisión en crear historias que animen a formar familias. Que se ponga a la familia como protagonista, que transmitan valores colectivos y no individualistas.
A este problema, se añade la estremecedora realidad del aborto en España. Más de 250 abortos al día. En definitiva, que nos encontramos ante una grave crisis demográfica, en ausencia de políticas decididas para afrontar el problema.
Y ahora, cuando se acaban de publicar estos desastrosos datos sobre nuestra situación demográfica, al Gobierno no se le ocurre otra cosa que anunciar la Ley de Eutanasia. No es serio ni responsable.
La ley de Eutanasia es la primera ley que aprobará el nuevo gobierno, cuando lo razonable sería una mejora de los servicios de cuidados paliativos, que, a diferencia de la eutanasia, sí son demandados ampliamente por la sociedad y los profesionales sanitarios. España no necesita una ley que permita la eutanasia, lo que necesitan los pacientes es que se dote presupuestariamente el Plan Nacional de Cuidados Paliativos.
Los médicos aprendieron y desean dedicar todos sus esfuerzos a salvar vidas, y creo que sobra todo lo relatado que va a pasar por el Congreso, invirtiendo tiempo y dinero en todas las personas que se van a dedicar a este tema, que a nadie, salvo a ellos, interesa.
Convertida la eutanasia en un objetivo del gobierno progresista, nos toca otra vez comulgar con una nueva rueda de molino. Parece que lo urgente es facilitar y procurar el suicidio ajeno, siempre que se realice con licencia para matar al modo en que lo bendiga la ley. Por supuesto que también se ampliará este matarile a quienes ni siquiera sean capaces de solicitar su muerte, siempre que lo hagan sus «queridos» familiares o un comité de expertos.
Ya se sabe cómo funcionan estas cosas: primero los casitos excepcionales y ya después, los gravosos enfermos y pensionistas.
Aunque quizás el peor papelón de esta tétrica película le corresponda a los médicos y demás profesionales de la Sanidad, que en vez de formarse para curar y dar vida, tendrán que especializarse en ser agentes de muerte, como ya sucede con aquellos que aplican similar matarile a los seres humanos en formación.
Y es que eutanasia y aborto se parecen demasiado peligrosamente; pues si se puede matar a los hijos, es lógico que se pueda matar a los abuelos. Se trata de una lógica letal; pero lógica. Como también se parecen en la lógica egoísta y económica que impulsa las causas de la aceptación de ambas conquistas progresistas.
EMILIO MONTERO HERRERO