Cuando un niño, desde muy pequeño, se acostumbra a que, cuando llora o grita es atendido por sus padres al momento, perpetuará esa conducta en el futuro. Aquí, los padres hemos de recordar lo importante que es distinguir entre necesidades y caprichos. A las necesidades de nuestros hijos sí tenemos que acudir siempre y sin demora. Ahora bien, ¿tenemos siempre claro dónde está el límite que separa una necesidad de un capricho? Sobre este tema podríamos escribir y discutir largo y tendido.
Estos problemas, con el tiempo tienden a ir a más, como es lógico. Puede pasarse de las típicas rabietas del niño de cuatro años a las faltas de respeto a los padres y los profesores. El niño educado sin limites va asumiendo conductas cada vez más conflictivas. Por otra parte, se va haciendo cada vez más fuerte y más consciente de su poder, de manera que sus padres se sienten incapaces de enfrentarse a él y acaban dejándolo por imposible. En los estudios, lógicamente, tendrá bajo rendimiento. Manifestará dificultades de concentración debidas al escaso control que tiene sobre sus impulsos y a su fácil excitabilidad, que le hará distraerse constantemente.
Vemos, pues, que el niño criado sin límites (decimos aposta “criado”, y no “educado”, que es algo sustancialmente diferente), pasa por varias fases en su desarrollo: pasa del descontrol emocional de la rabietas a la dificultad creciente para asumir unas normas de conducta y reaccionar de manera agresiva o violenta; y, al llegar a la preadolescencia, puede llega a manifestar trastornos de conducta que hacen a veces pensar que pueda ser un niño hiperactivo.
El niño así criado vive al margen de la realidad, al tener una visión distorsionada de ella: piensa, en efecto, que tiene el derecho a hacer lo que le dé la gana y que el mundo es el que está equivocado y no él. Este sentimiento de que todo el mundo está contra él y nadie le entiende se puede acentuar con la crisis de la adolescencia. Suelen ser chicos a los que les cuesta reconocer las cosas. Y éste es un camino que puede llevar a problemas muy, pero que muy serios en la vida, no lo olvidemos.
Pablo Garrido