Comienzo de nuestra era, que un año más evocamos en estos días: gran parte de la humanidad se moviliza, porque el emperador Augusto, el soberano del mundo conocido, ha decretado la realización de un censo. Los poderes mundanos ejercen sus competencias, siempre ajenos a otras cuestiones más trascendentes, y las gentes se movilizan para cumplir lo dispuesto. Nada especial que no haya ocurrido antes ni dejará de ocurrir después. Pero el tiempo estaba ya propicio, se había de cumplir, precisamente entonces, una promesa encarnada en un Niño.
Lo acogieron unos padres confiados, lo recibieron con júbilo gentes sencillas, lo intuyeron algunos sabios, lo temieron algunos poderosos no precisamente instalados en la justicia. El Dios de la promesa se muestra del todo como el «Dios de la esperanza en lo venidero» (Ratzinger), que orienta al hombre en una dirección irreversible. Por eso nuestra vida es trascendente, porque un Niño nos ha nacido. Para guiar al pueblo que caminaba en tinieblas y esparcir la luz que brilla, alentando la esperanza de todos los que lo acepten.
Navidad de la esperanza, sí. Porque podemos experimentar una vez más lo que desborda nuestro entendimiento, pero nos interpela desde nuestra propia radicalidad: que Dios se ha comprometido con el hombre haciéndose uno de nosotros. Navidad de la esperanza porque una vez más podemos comprometernos con la búsqueda que tenemos que encarnar en nuestra existencia. Navidad en tiempos de pandemia. Ha irrumpido un minúsculo organismo y la humanidad se queda a la intemperie.
Desarrollamos conocimiento científico, que nos anima porque nos ayuda a plantear remedios. Pero nuestras limitaciones se nos hacen aún más patentes.
La muerte en soledad de tantos convertida en una simple estadística; la constatación de la vulnerabilidad inherente a nuestra condición humana, en especial con el trascurrir de los años; la conciencia de que no podemos controlar todos los males, ni podemos atajar todos los riesgos, porque vivir es recorrer un camino arriesgado. Navidad para renovar nuestra confianza en la promesa, la del Niño que nace para todos.