Al oír la palabra Navidad, muchos piensan en su temporada favorita del año. Para algunos es un tiempo de felicidad y alegría; un tiempo en el que nos hacemos más amables y más dispuestos a ayudar a los demás. Para otros es un tiempo de regalos, tanto para dar, como para recibir. Pero realmente, ¿Qué es la Navidad? No es una pregunta retórica. Seguro que todo el mundo conoce la respuesta. La Navidad es Dios que se hace Niño en un pesebre para redimirnos de todo mal y hacernos herederos del cielo.
La Navidad es la fiesta más popular, arraigada y alegre en cualquier lugar de la tierra. Tan entrañable, que tanto crédulos como incrédulos lo celebran con igual alegría. Y es que quién, por muy escéptico que sea, no recuerda la imagen del Niño Jesús en el pesebre acompañado de María y José calentados por el suave aliento de un buey y una mula.
De todas formas, no deja de ser asombroso como en muchos lugares de Occidente la Navidad, con sociedades teóricamente cristianas, esté perdiendo su verdadero sentido, reduciendo estos días a una celebración deslumbrante, ornada de espléndidas luces y colores, con abetos, estrellas y falsa nieve, donde intercambiamos regalos, pero sin recordar ni la causa ni el porqué de nuestra aparente generosidad. A esto se añade el consumismo que nos asalta en cada esquina, invitándonos a gastar y a llenar estos días de muchas cosas, pero olvidando que lo importante de la Navidad es que Cristo se hace niño y nace entre nosotros.
Precisamente, para rememorar esta buena noticia, es tradicional que los cristianos decoremos nuestra casa con un belén, para dejar claro lo que celebramos y proclamar en todas partes la venida del Señor como verdadero significado de la Navidad.
¿No sé si ustedes van a montar el belén estos días? De todas formas, con estas líneas quisiera alentarles en esa hermosa costumbre de nuestras familias, que en los días previos a la Navidad lo preparan con ilusión, como también el hacerlo en los lugares de trabajo, en las escuelas, en los hospitales, en las cárceles, en las plazas… Es realmente un ejercicio de fantasía creativa, que utiliza los materiales más dispares. El belén es una tradición llena de arte. Ojalá esta práctica nunca se debilite. Es más, confío en que allí donde hubiera caído en desuso sea descubierta de nuevo y se revitalice.
En el primer domingo de adviento el Papa Francisco visitó el Santuario de Greccio, que se encuentra 100 kilómetros al norte de Roma. Quiso iniciar allí el tiempo de preparación para la Navidad, porque en ese santuario franciscano se encuentra el fresco que representa la primera celebración navideña tal y como la conocemos, y que tuvo a San Francisco de Asís como protagonista. Fue en este lugar donde el Papa quiso firmar su nueva Carta Apostólica Admirabile signum, y que trata precisamente sobre la preparación de la Navidad, centrándose en el pesebre. Les recomiendo que la lean.
Navidad procede de natividad. Es el nacimiento en un pesebre de un Niño que fue el gran regalo de Dios a la humanidad. ¿Se pueden ustedes imaginar a Dios buscando casa, pidiendo posada para pasar la noche? Pues así fue. Después de mucho caminar y llamar a mil puertas, no había habitaciones de lujo, ni mucho espacio y mucho menos una cuna adicional. Total qué más daba, no lo podían pagar. Sólo quedaba un establo de animales con un pesebre de paja, donde al nacer el Niño lo pudieron colocar. Y así fue. El más humilde de los lugares recibió esa noche al Rey de reyes. Después de siglos y siglos, ese mismo Niño, Hijo de Dios, quiere nacer, pero esta vez en nuestro corazón.
¡Dios ha nacido, es Navidad, Feliz Navidad!
Emilio Montero Herrero