Al hablar de la Hiperactividad nos estamos enfrentando a una cuestión en torno a la cual existen no pocas polémicas y controversias. Actualmente es realmente abundante la bibliografía que existe sobre este tema, y basta para ello con echar un vistazo en la red para comprobarlo. Por doquier hay libros y artículos, unos divulgativos y otros especializados, en los que los datos y las informaciones no son siempre del todo coincidentes.
Ya desde los años setenta, en que estaban diagnosticados muchos casos de TDAH, surgieron voces entre un sector de médicos que alegaban la sospecha de que este trastorno estaba sobrediagnosticado. Señalaban también lo peligroso que sería para un niño el ser etiquetado, ya desde pequeño, con el estigma de ese trastorno, ya que ello sería muy perjudicial para su autoestima.
Otras voces críticas se dejaron oír hasta bien entrados los años 90, por personas que planteaban el derecho a ser diferentes de lo considerado por la sociedad como “normal”, y denunciaban el culto incondicional que se tributa en este mundo tan esclerosado a la productividad y el rendimiento. Sostenían que el TDAH es un mero constructo social con el que se quería encasillar a un reducido grupo de personas en base a las convenciones sociales en torno a lo que se puede considerar como “comportamiento normal o anormal”.
Al mismo tiempo, denunciaban los intereses de las compañías farmacéuticas en difundir este trastorno a fin de ganar dinero vendiendo sus fármacos. Por último, señalaban que el TDAH no es tan negativo, ya que muchos grandes genios de la historia es muy probable que lo padecieran, y citaban a figuras como Leonardo, Mozart, Einstein, Beethoven, Julio Verne, Newton, Arquímedes, etc. Y es que está demostrado que el TDAH, cuando aparece combinado con un cociente intelectual elevado, favorece una alta capacidad creativa y estimula los instintos de experimentación.
Actualmente sí existe un acuerdo claro, recogido en la OMS, en torno al TDAH y estas polémicas están bastante superadas. No obstante ello, se escuchan voces, bastante autorizadas, que señalan que, en algunos casos, se puede estar abusando de este diagnóstico, y que se está aplicando a niños que no tienen en realidad este trastorno. También hay ciertas polémicas en torno a la medicación. Por ejemplo, el doctor P. Castells (autor del libro Nunca quieto, siempre distraído. ¿tendrá TDAH?) señala que no siempre los fármacos son el mejor remedio para su tratamiento.
Por otra parte, no todos los especialistas coinciden en si la medicación debe mantenerse o no todos los días, incluidos los fines de semana y las vacaciones. Hay otras discusiones acerca de la medicación para el TDAH, ya que hay quienes sostienen que puede acabar por crear dependencia, y que puede frenar en algunos casos los procesos de crecimiento de los niños, etc…
Por último, no podemos dejar de señalar los alarmantes datos arrojados recientemente por el Geitdah (Grupo de especial interés en TDAH), un grupo de trabajo integrado por especialistas en Psiquiatría Infantil de España. Han señalado que un 97% de los adultos con TDAH no están diagnosticados, un 75% de los niños con este trastorno están sin diagnosticar y que un 25% de los casos que llegan a las consultas de psiquiatría lo hacen con un diagnóstico erróneo por parte del pediatra o del médico de atención primaria.