Constance du Bus es la portavoz de la Marcha por la Vida, una iniciativa de la sociedad civil en Bélgica que ya cumple 10 años. Esta joven estudiante de Derecho, de apenas 22 años, ha podido tocar con sus manos, en un hogar de ancianos en Chile, la fragilidad de la vida humana, y se ha propuesto ser su defensora en un contexto bastante desesperanzador: la sociedad belga, donde se ejecuta un aborto cada 40 minutos y donde, por hacer primar la “libertad de elección” como valor absoluto, incluso los menores de edad pueden pedir la eutanasia.
Fuente: Luis Luque-aceprensa
Los valores que promueve Constance y su movimiento son, en cambio, bastante más sólidos, pues, como aseguraba a L’Homme Nouveau en los días previos a la celebración de la décima edición de la Marcha, “no buscamos variar el mensaje según los efectos de la moda”. En conversación con Aceprensa, nos cuenta más sobre su compromiso con estas ideas, y sobre el trabajo que se desarrolla para concienciar a la sociedad.
— ¿Cómo te implicaste en esta iniciativa?
— Desde el mismo comienzo de la Marcha por la Vida en Bruselas, en 2010, me sentí muy feliz de ser parte de esa multitud, junto con mi familia. Hace tres años un amigo me invitó a unirme al equipo organizador y, muy pronto, me pidieron que representara a la Marcha ante los medios.
Mientras más me implicaba en el movimiento, más me daba cuenta de la urgencia de llevar una voz a favor de la vida a la sociedad belga. Este nuevo papel me llevó a profundizar en los temas relacionados con ello, y descubrí cuán esperanzador es el mensaje que queremos ofrecer, y cuán sedienta está la gente de escuchar este clamor por la vida y la solidaridad.
Lo que la mujer necesita escuchar
— ¿Por qué, en una sociedad desarrollada como la belga, con notables niveles de bienestar, el aborto es percibido como un salida viable para que las mujeres vulnerables “resuelvan sus problemas”?
“Las comunidades cristianas también necesitan comprender por qué y cómo la vida humana necesita ser protegida”
— Opino que no hay una contradicción real entre el bienestar de nuestra sociedad y la persistencia de una alta tasa de abortos. Al contrario, la autonomía y la independencia son conceptos centrales en una “sociedad desarrollada”. El aborto se percibe, primeramente, como un derecho de las mujeres, aunque las dañe profundamente. Detrás de la ilusión de la elección autónoma, a menudo hay soledad, desespero, sufrimiento…
Decirle a una mujer que tiene el “derecho” a abortar y que esa es únicamente “su” decisión, es realmente pedirle que cargue con toda la responsabilidad por esa tragedia y lavarnos las manos por lo que suceda a continuación. Tenemos que huir de esa lógica del individualismo, en que la autonomía absoluta está aislando a unas personas de otras, cortando nuestros vínculos con otros seres humanos, y dejando a la gente sola con sus dificultades. Una mujer que está pensando en abortar es la última persona a la que se puede dejar atrás. Ella necesita escuchar: “Estaré ahí por ti; puedo ayudarte con tu hijo”. Y por supuesto, hacemos un llamado a los padres de esos niños, para que cumplan con su responsabilidad.
— ¿Has hablado personalmente con alguna mujer dispuesta a abortar? ¿Qué labor se necesita hacer para lograr disuadirla?
— En Bélgica es muy difícil hablar con mujeres que quieran someterse a un aborto, porque la ley prohíbe plantarse ante una clínica de planificación familiar y dirigirse a ellas. Puede ser considerado un delito. Pero sí he escuchado a varias que cambiaron de opinión al ver, frente a la clínica, a personas dispuestas a ayudarlas a mantener al niño.
Ciertamente no podemos decirles que el aborto es un crimen o cosas parecidas, pero por supuesto que ellas necesitan oír que tienen un bebé en su vientre; que este precisa de su hospitalidad y su amor, y que estamos ahí para ayudarlas a que puedan dárselos. Entenderás que eso requiere de nosotros que estemos realmente preparados para dar ese respaldo. No es solo decir que uno es provida, sino traducirlo en acciones concretas.
“Maduros” para pedir la eutanasia
— Otro tema es la eutanasia. ¿Qué puede incitar a una persona a buscarla? ¿Has conocido casos de personas que hayan cambiado de parecer, tras conversar con vosotros?
— Nuevamente, es a menudo una cuestión de no dejar sola a la gente, lidiando con los problemas de la vejez, con el sufrimiento; hay que mostrarles cuán importante y llena de sentido es su propia vida. Sé de muchas personas que abandonaron su propósito de ser eutanasiados, luego de que la familia les dijera cuánto les querían, y también tras conocer que los cuidados paliativos podían aliviarles su dolor.
Casi siempre surge un asunto: detrás de la petición de eutanasia, hay una necesidad, y tenemos que tomarnos un tiempo para escuchar cuál es. El mes pasado, por ejemplo, un recluso amenazó con pedir la eutanasia si no se le sometía a una intervención quirúrgica sin tener que moverlo a otra prisión. Pedir la eutanasia se ha vuelto más y más frecuente, debido a la subjetividad inherente a las condiciones de la ley. ¿Cuál es la necesidad detrás de la petición? Es en esto en lo que tenemos que centrarnos, y asegurarnos de que las alternativas son conocidas y están disponibles.
“La ley [de eutanasia infantil] deja muchos cabos sueltos, como la cuestión de cómo asegurar la ‘capacidad de juicio’ de un menor”
— También está la eutanasia infantil. ¿Cómo percibe la sociedad este fenómeno? ¿Hay en marcha alguna iniciativa para echarlo atrás?
— Desde 2014, los menores que tienen “capacidad de juicio” y cuya enfermedad les causa un sufrimiento “insoportable, que no se puede aliviar ni tiene curación”, pueden solicitar la eutanasia. Tres niños la han recibido desde entonces. La ley deja muchos cabos sueltos, como la cuestión de cómo asegurar la “capacidad de juicio” de un menor. ¿Cómo estar seguros de que es su voluntad real, y no la consecuencia de un sentimiento de estar siendo una carga para su familia? ¿Cómo es posible dejar que un niño decida sobre su vida y su muerte, cuando la ley les prohíbe comprar un coche o huir de casa? Creo que se puede hacer mucho en cuanto a campañas de información sobre los cuidados paliativos pediátricos y de apoyo a las familias golpeadas por una grave enfermedad de sus hijos.
La ley de 2014 fue aprobada a toda prisa. Casi 200 pediatras y paliativistas firmaron una carta abierta antes de la votación, para tratar de frenar el proyecto, pero eso no detuvo al Parlamento. El European Institute for Bioethics tiene un interesante estudio sobre el tema.