La presión del grupo
El necesario proceso de socialización que tiene que experimentar toda persona en su vida pasa por la pertenencia a determinados grupos de relación con los que convive. Al interactuar con el resto de los que nos rodean vamos aprendiendo a convivir, a resolver conflictos, etc., todo lo cual es indispensable para poder madurar y desarrollarnos como personas. Los principales entes socializadores son la familia, en primer lugar, y luego la escuela. Después están las pandillas de amigos, los grupos vinculados a la vida laboral, etc.
Un grupo es un conjunto de dos o más personas que cumplen determinadas características, entre otras las siguientes:
• Las personas que lo integran son conscientes de la pertenencia a ese grupo.
• Se guarda un contacto estrecho entre las personas que lo forman.
• Hay entre ellas una dependencia reciproca: se apoyan mutuamente para conseguir unos objetivos comunes, que pueden ser, sencillamente, el mero estar a gusto juntos.
• Suelen existir normas de comportamiento, intereses y valores comunes que garantizan la unidad del grupo y le dan cohesión.
• Cada persona ocupa un lugar dentro de éste
• En todos los grupos suele haber una persona con más prestigio, que ejerce el papel de líder.
• Para que se mantenga, se necesita un grado de implicación y continuidad por parte de todos.
A veces se tiende a distinguir entre grupos primarios y grupos secundarios. En los primeros, el grado de relación es mucho más intenso, ya que se convive de manera más estrecha. En ellos, las relaciones son mucho más espontáneas y naturales, ya que hay un mayor grado de intimidad, lo que hace que se pueda dar una libre expresión de los sentimientos y del mundo interior de la persona. Este tipo de grupos son, evidentemente, la familia y el núcleo de amigos con los que se comparte el tiempo libre. Suele tratarse de grupos pequeños y cohesionados, en los que tampoco suele haber grandes divergencias de opiniones ni de intereses.
En los grupos secundarios, sin embargo, hay un menor grado de intimidad. En ellos las relaciones son mucho más superficiales. Suelen ser agrupaciones de personas que buscan algún beneficio o fin en común. Ejemplo de ellos pueden ser las asociaciones de vecinos, los clubes deportivos, los sindicatos, los colegios profesionales, los grupos de tiempo libre, etc. En ellos, en definitiva, las personas son más conocidas que amigas, y puede haber entre ellas gran disparidad de opiniones o intereses.
En el caso concreto de nuestros hijos, podemos decir que ya desde que son bastante pequeños van formando en el colegio su grupito de amigos con los que congenian más y se llevan mejor. Pero, a medida que van creciendo en autonomía y madurez personal, se van formando pandillas entre ellos. La época de las pandillas suele darse a partir de los diez años, a veces un poco antes. Al principio, esas pandillas suelen estar formadas por miembros del mismo sexo, pero, hacia los doce años, es frecuente que se abran y se hagan mixtas. Al entrar en la adolescencia, en este tipo de pandillas brotan romances y enamoramientos. De hecho, los chicos y chicas de esas edades es normal que estén todo el día hablando entre ellos de si me gusta no sé quién y no sé cómo decírselo, y contándose secretitos unos a otros…
Tengamos también en cuenta que es muy habitual pertenecer a más de un grupo o pandilla. De esa manera, hay quien tiene un grupo de amigos en el colegio, otro en su urbanización y otro en su lugar de veraneo (o incluso pueden tener otro más, en el que entran, por ejemplo, los miembros de su equipo de fútbol, o los del club juvenil al que asiste, o los de la catequesis de su parroquia…).
Sea como fuere, es muy importante para nosotros, los padres, no perder de vista esta idea: la influencia del grupo o los grupos a los que pertenece es determinante a la hora de determinar la personalidad de nuestros hijos.