Seguramente muchos europeos nos preguntemos, en la actualidad, si Europa es consciente de sus raíces cristianas. Esa Europa evangelizadora del mundo, la de sus innumerables mártires y santos y la de las numerosas y continuas peregrinaciones a Santiago, Roma, Fátima, Lourdes o el Pilar. Y es que a pesar de que desde hace veinte siglos los cristianos europeos todavía somos mayoría, se aprecia cierta dejación y olvido de esas raíces cristianas en el proyecto de nuestra querida Europea.
Es muy probable, incluso, que muchos de ellos desconozcan, por ejemplo, que San Benito junto a San Cirilo y San Metodio son los patronos de Europa, nombrados en 1980 por San Juan Pablo II por su gran aportación a la expansión y evangelización del cristianismo por nuestro continente. Asimismo, es muy posible, también, que se olviden de los incontables santos y mártires de todos los pueblos de nuestro territorio en la historia del cristianismo. Esos mártires, que si nos saltamos los hechos históricos durante la invasión de los árabes en la Península Ibérica (711-1492), Lepanto y los turcos (Fin del intento de la I Islamización de Europa), se produjeron en gran número siglos más tarde durante la Revolución Francesa, al tratar de imponer la razón sobre la fe.
Como también los ocasionados en las persecuciones religiosas al catolicismo, un siglo después, en la I y II Repúblicas y Guerra Civil Española, años en los que se produjeron más mártires en España que en los 19 siglos anteriores. Durante ese periodo1.523 fueron beatificados. De ellos, 11 ya han sido canonizados.
Después fueron los mártires provocados por los nacismos, comunismos y nacionalismos de las dos guerras mundiales, para llegar a la triste y heroica realidad actual de mártires de familias cristianas enteras asesinadas en Siria, Irán, Afganistán, Pakistán, Egipto… solo por defender nuestra fe ante los radicales e intransigentes de siempre, personalizados en el Estado Islámico y su Yihad.
Un genocidio en las zonas de influencia del Estado Islámico que ya ha sido reconocido por Estados Unidos y por la ONU. Y todo ante nuestro silencioso y conformista testimonio y con la falta de decisiones políticas sobre inmigraciones, especialmente sobre el control y seguridad de fronteras entre los países de la Unión, lo que facilita el movimiento terrorista. A lo que debemos añadir la ausencia de decisiones inteligentes y eficaces con esperanzadoras soluciones económicas en los países de origen, invirtiendo en más infraestructuras, trabajo y riqueza, que redujesen el flujo de inmigrantes y por consiguiente la desaparición de las mafias.
Pero, desgraciadamente, Europa no está por esta labor inversora para el desarrollo de los países pobres, porque allí no tienen nada que ganar. Es en apariencia más social y menos costoso atender a inmigrantes de otras culturas sin control que a los de casa, ya que aquellos realizan trabajos baratos que los europeos no quieren efectuar, pero con graves problemas de integración y difícil convivencia, llegando al extremo del terrorismo islámico, que mata y no respeta nuestras creencias, costumbres y valores, en definitiva nuestra civilización.
Estas consideraciones pueden dar la impresión de que se está contra el Islam. Totalmente falso. Los creyentes pensamos y creemos en el más allá, en la trascendencia de las acciones del ser humano; en un Dios bueno, justo y misericordioso que nos espera al final del camino. Una fe que, a diferencia de otras, se dedica a rezar por el prójimo y a ayudarle en aquéllos momentos en los que más lo necesita. Una fe que respeta y tolera.
Sentimos un gran respeto por todas las religiones, aunque no entendamos y rechazamos el radicalismo y fanatismo religioso que practican demasiadas minorías del Islam, echándose de menos a la comunidad musulmana el que cuando ocurran esos terribles asesinatos fueran más explícitos en condenarlos públicamente, mediante declaraciones de protesta por los hechos, con manifestaciones multitudinarias por las calles, con oraciones públicas en sus mezquitas y en que la autoridad islámica pidiera perdón el Jefe del Gobierno respectivo y a sus víctimas y familiares. Si así lo hicieran sería el comienzo de un mayor entendimiento y convivencia entre ambas comunidades. Mientras tanto, dice un sabio refrán que quien calla, otorga…
Por otra parte, notaríamos cierto alivio y esperanza si los esfuerzos de nuestro Parlamento Europeo se encaminasen para llegar a unos Estados Unidos de Europa fuertes y seguros, incluyendo, por supuesto, que en nuestra Constitución se revalorizaran los principios y valores, costumbres y creencias de nuestra civilización cristiana, que lamentablemente hemos marginado. De no hacerlo comenzaremos a sentir los efectos de la II Islamización de Europa, con más de veinte millones de musulmanes y más de diez mil mezquitas ya presentes en nuestros pueblos y ciudades. El Papa San Juan Pablo II en Santiago de Compostela se hizo la siguiente pregunta: ¿Qué mal ha hecho el cristianismo para que lo desprecie Europa?
EMILIO MONTERO HERRERO