Aunque en estos momentos, comprar coche no sea tan frecuente, la forma habitual de proceder cuando se hace, puede servir como modelo a seguir en algunas circunstancias. De entre las que se pueden presentar, la situación por la que pasan algunos padres con hijos adolescentes o a punto de serlo, puede ser una de ellas.
La incertidumbre a la hora de actuar ante sus reacciones, impensadas e inimaginables en muchas ocasiones, les provoca una inseguridad que les produce sensaciones de ansiedad, angustia y temor.
Acudir a los profesores del centro donde están matriculados y en concreto al tutor del hijo que da problemas que no entienden, suele ser habitual. También, recurrir a asociaciones cuyo personal especializado, da luz y razones a sus “por qués”, aclara conductas y comportamientos y muestra caminos que ignoraban.
Con esta información y tras decidir el modelo de comportamiento que querrían para esos hijos y la forma de ayudarles a acercarse él, se puede, y se debe, actuar.
Más o menos lo que se hace cuando se pretende comprar un coche. De ordinario se busca el asesoramiento de una persona experta en la que se confía, antes o después de visitar marcas y modelos de la gama en la que se piensa; de enterarse de sus prestaciones, pros y contras; de su precio y del servicio “post venta”, sin descuidar la carrocería, el tapizado y otros detalles. Reunida esta información, sólo falta tomar la decisión final que no es sino la elección del modelo y ¡a esperar a ver cómo “sale”!.
Con respecto a los hijos, todo lo que los padres puedan aprender; toda la información que puedan recabar; toda la ayuda que puedan conseguir, bienvenida sea, pero la última decisión, tiene que ser suya. Una decisión que determine la línea y estilo de comportamiento familiar y la forma de actuar, para que se respete.