La paz en las organizaciones es el sumatorio de la paz de los individuos que la componen. Que las personas que dirigen las organizaciones tengan paz o luchen por tenerla, es una corriente que se contagia positivamente a toda la organización. Para esta corriente positiva cale en la organización, la paz de los trabajadores tiene que ser real. No puede ser ficticia, disimulada o forzada, sino genuinamente auténtica. Evidentemente no existen en la persona compartimentos estancos: la paz reside en la persona en su totalidad. La misma persona que es directivo de una compañía, es marido de su mujer; la misma que dirige un equipo es madre de sus hijos, ésa será la que tendrá o no paz. Y en consecuencia, quien la trasmitirá a su familia y a su organización. No hay dos personas, es sólo una -el marido, la madre- la que tiene paz o no. Esa paz no se puede limitar sólo al ámbito empresarial. Pertenece a un ámbito que es vital y que lo abarca todo. Se fundamenta en la coherencia personal a los valores que guían la vida de las personas.
No olvidemos, que los valores profesionales forman parte de los personales. Todo intento de querer hacer dos clasificaciones es ficticio. Igual que ocurre con la paz, los valores residen en la persona: la única que tiene familia y trabaja. No se puede hablar, por tanto, por una parte de los valores personales, y por otra, de los profesionales, como si no tuvieran nada que ver, han de ser los mismos, aunque en algunas personas parece que llegan a ser, incluso, antagónicos. El hombre es una unidad e intentar separarlo es crear clasificaciones artificiales.
¿Quién se cree que una persona pueda ser justa, estable, equitativa, leal, sincera, ética, y demás virtudes que dicen que el directivo debe tener en su vida profesional, y comportarse de una manera opuesta en su vida personal? Hay quien podría defenderlo desde un punto de vista teórico, y con esas personas entablaríamos un debate interesante sobre hasta dónde se puede disociar una persona en función del entorno en que se encuentre. Vale. Pero aquellos que no sólo debaten estas cuestiones sino que de hecho se comportan de esa manera, tienen el peligro de ir distanciando cada vez más una vida de la otra, hasta convertirse en auténticos esquizofrénicos. Y se están distanciando de la imagen del buen directivo que todos tenemos en la cabeza. De hecho, nunca serán buenos directivos.
Como el hombre es una unidad, si éste mejora como persona, como padre o como madre, como marido o como esposa, como creyente, como ciudadano, como lo que sea,… no quepa la menor duda que mejorará profesionalmente. Los auténticos líderes en la empresa, es muy posible que también lo sean en sus casas.
¿Cómo puede uno ser leal a su equipo, sin serlo a su pareja o a sus hijos?
Y es que por mucho que digan los libros de los expertos -en tantos libros aparece- es imposible: va contra la naturaleza humana.
Sin duda, el pensamiento es el motor más potente que tiene el ser humano para hacer avanzar la humanidad y, por tanto, una de las mejores maneras que tiene el hombre para crecer como persona. El objetivo de pensar no es obtener los argumentos racionales necesarios para justificar el comportamiento personal, su finalidad no es esa. Uno piensa para intentar llegar a la verdad de las cosas, y si no, es mejor que no lo haga. No olvidemos que lo único que puede saciar al hombre es la verdad, que a su vez lleva al amor. Por llegar al conocimiento de la verdad merece la pena darlo todo, incluida la vida. Sin verdad, no hay paz.
Jose María Contreras