La lucha por el poder ha existido siempre y, hoy en día y como resultado de la globalización, se desarrolla a nivel mundial. En buena parte, esta lucha se lleva a cabo mediante la manipulación y la desinformación. La desinformación consiste en transmitir a aquel a quien se quiere vencer o dominar información errónea, es decir, que no se corresponde con la realidad, de manera que el receptor, persiguiendo sus fines, actúe en la creencia de que con sus actos va a obtener resultados que le favorecen, mientras que en realidad obtiene otros resultados, que favorecen al emisor de la desinformación. Es una manera de controlar el comportamiento del receptor de la desinformación en provecho del emisor. A ese control se le llama también manipulación.
La desinformación y la manipulación, tomadas en un sentido amplio, no son privativas de los humanos, pues se encuentran ya en plantas y es abundante en animales. Un ejemplo en plantas serían las que devoran insectos o aquellas orquídeas que simulan la forma de una hembra de abeja, de manera que el macho intente copular con ellas y así traslade el polen de unas a otras, fecundándolas. El hecho de parecer algo que no se es con el fin de obtener alguna ventaja se llama mimetismo.
No podemos decir que haya intencionalidad en las plantas, aunque a veces nos lo parece. Simplemente, ese mimetismo es resultado de la evolución. En animales se presenta en muchas especies de manera instintiva. Tenemos abundantes ejemplos. Uno de ellos: varios tipos de aves simulan que tienen un ala rota, presentándose como presa fácil cuando quieren alejar a un depredador de su nido. Una vez que lo han conseguido, levantan el vuelo. Lo podríamos denominar engaño.
Entre los humanos, el engaño a veces se produce de una manera espontánea, como reacción defensiva (esconderse, disimular), pero también somos capaces de la mentira, que es desinformación consciente y calculada.
En todos los casos, para que la desinformación y en general la mentira, sea efectiva, esto es, para que ejerza el efecto deseado sobre el comportamiento del receptor al que se destina, tiene que ser emitida de una manera que al receptor o víctima le parezca verdad.
La desinformación siempre ha sido una forma de lucha, incluida siempre en la guerra, pero en la actualidad ha adquirido más relevancia, por varias razones. Una de ellas es el gran desarrollo de los medios de comunicación, que permite una enorme difusión de los mensajes; otra razón es que las modernas tecnologías hacen posible una destrucción material extrema, difícilmente calculable, en el caso de las guerras físicas. Incluso si se evita el empleo de las armas atómicas, las guerras convencionales se están tornando cada vez más destructivas, provocando catástrofes humanitarias y grandes migraciones que desestabilizan a los países. Los combatientes, incluso los del lado vencedor, quedan a menudo sufriendo traumas que los incapacitan para una vida civil normal.
Otra razón a tener en cuenta es que, por efecto de la globalización, las actuaciones de los estados están expuestas a una opinión pública mundial. Es importante tener esa opinión a favor y peligroso tenerla en contra.
El conjunto de estos factores inclina a los que aspiran al poder mundial a utilizar métodos más suaves y también más sofisticados. Más vale encontrar la manera de vencer sin exponerse a los inconvenientes mencionados. Ya Sun Tzu, general de la antigua China y autor del actualmente muy leído y citado libro Arte de la Guerra, dice que la mejor batalla es la que se gana sin luchar. Eso se consigue cuando el enemigo es desmoralizado y abandona sin lucha. Es la llamada guerra psicológica que, sin ser nada nuevo, ha ido adquiriendo una importancia creciente. Un ejemplo todavía reciente lo tendríamos en la capitulación del ejército iraquí ante el mucho menos numeroso Daesh (ISIS) en 2014, y en el magistral uso de este último de la propaganda en el resto de la campaña, aunque luego fuera derrotado por fuerzas muy superiores. Un ejército desmoralizado es fácilmente derrotado, pero lo mismo vale para un país desmoralizado y dividido, como veremos luego.
Las técnicas de manipulación están actualmente muy desarrolladas. Se han desarrollado para la publicidad comercial, a partir de los años 20 del siglo pasado en Estados Unidos, incorporando los conocimientos de la psicología, ciencia que a partir de finales del siglo XIX ha conocido importantes avances. Según Rifkin (1996), entre otros autores, en la segunda decena del siglo XX la capacidad de producción de la industria de Estados Unidos ya superó al consumo y hubo que idear formas de cambiar los hábitos de la población, hasta entonces más bien austeros y favorables al ahorro, para que pasara a consumir más. Esto supuso también un cambio en los valores. Se utilizaron técnicas inspiradas en el psicoanálisis, con objeto de apelar directamente al subconsciente de las personas, influyendo así solapadamente sobre sus decisiones conscientes. Estas técnicas para cambiar los hábitos y los valores de una población se llaman «ingeniería social».
Desde entonces, los métodos de ingeniería social han conocido un enorme desarrollo. Una exposición muy sucinta de esos métodos puede encontrarse en el blog de Fray Nelson (http://fraynelson.com/blog/2017/04/22/como-se-le-hace-reingenieria-social-a-un-pais)/. El desarrollo de estas técnicas continúa creciendo de manera exponencial: hoy en día se utiliza la minería de datos (extracción de la información de un enorme conjunto de datos) para establecer un perfil muy cercano a la realidad de cada uno de nosotros. Supuestamente sólo se utiliza este conocimiento para vendernos cosas o servicios, pero la realidad es que también se ha utilizado y se utiliza en la política, en los juegos de poder. Ejemplos no muy lejanos son el papel de Cambridge Analytica y la supuesta intervención de Rusia en la campaña presidencial de EEUU de 2016 que terminó con la llegada de Donald Trump a la presidencia.
Pero, ¿cómo se puede debilitar y desestructurar a un país por medio de la desinformación? Sí, intentando confundir y desestabilizar. En otras palabras: Crea primero el caos y después podrás imponer el orden que a ti te conviene.
En las estrategias para conseguir el dominio global, se quiere desestructurar a una sociedad o un pueblo desde fuera, como paso previo para dominarlo, entonces hay que hacer que abandone las normas de convivencia que le dan estructura y solidez. Y esto se puede conseguir mediante las técnicas de desestabilización. La desestabilización se puede lograr por una combinación de varios métodos, como serían, entre otros los siguientes: