De un cuadro a otro cuadro
saltaban las letras
y se iban volando,
sin un rastro apenas…
El papel tenía
tantos agujeros,
por la loca huida,
como tiene un queso.
Hasta las noticias
del diario impreso
estaban perdidas
en alas del viento.
Libres y rebeldes,
aquellas palabras
no podían escribirse
en el crucigrama;
pretendí encontrarlas,
luché por tenerlas,
para así ordenarlas
en algún poema…
nunca supe donde
se pudieron ir
y también se esconden
y se ríen de mí…
No puedo encontrarlas,
nunca di con ellas:
no hubo crucigrama
ni escribí el poema.