Con el tiempo sumergido
en el tráfago diario,
el año se nos ha ido
en el viejo calendario.
Cuando apenas empezaba,
parecía interminable
¡y ya, tras las campanadas,
procedemos a enterrarle!.
Está llamando a la puerta
el año recién nacido
y con pereza despierta
después de cumplir los ritos:
con las campanas las uvas
y también los parabienes,
los deseos de fortuna,
los cavas y las mercedes.
Con los propósitos nuevos
pensamos cuidarlo bien,
para que fluya sereno
y no corra como exprés.
A ver si somos capaces
de sujetar bien las riendas
y quitarnos los disfraces,
los odios y las miserias.
Pero, si tras doce meses
igual se quiere marchar,
por lo menos que nos deje
más paz y prosperidad.