Siento la tentación de la pereza,
de trabajar con el mínimo esfuerzo,
pero viendo tu entrega y tu entereza
apresuro el paso, el rumbo tuerzo.
Otros acaban ya; para ti empieza
la más noble misión, con el refuerzo
de la Gracia, y ayuda tu flaqueza
el Pan que nos dejó Jesús de almuerzo.
Cuando llegaba la jubilación,
un brusco quiebro te cambió la vida,
llevándola hacia nueva dirección;
así la suerte quedó decidida
y no dejaste pasar la ocasión
de entregar a Dios tu alma agradecida.