Cada jornada sientes más el peso
del barro que se acumula en tus alas
y se hace cada día más espeso,
según con tus caídas lo apuntalas.
Te levantas si sientes ese beso
de la Gracia, aún en las horas malas,
pues Dios no deja a aquél hijo travieso
si con tu lucha hacia la cima escalas.
Enorme es la presión que hace el ambiente,
te acobardan los respetos humanos
y de tus fallos eres muy consciente;
pero Dios te levanta con sus manos,
amante Padre de quien se arrepiente,
para que no sean tus esfuerzos vanos.