A punto de brotar
la adolescencia,
perdí a quien era
mi punto de referencia,
mi madre:
la serenidad de mi conciencia
y el caluroso apoyo
de su presencia.
Una vez alcanzada
la edad madura,
apareció el vacío
que aún perdura,
por el padre que me dio
brújula segura,
ejemplo de cariño
y de cordura.
Y ahora que se acerca
nuestro mañana,
pierdo la senda cierta
que era mi hermana,
quedando en el recuerdo
la encrucijada
del dolor que nos trajo
duras jornadas.