El alma que florece en primavera,
escogida por mano primorosa,
sin temor a la lucha que le espera,
va creciendo, alegre y generosa.
Es siempre fiel, con voluntad sincera
de vivir entregada y pudorosa
a la que fue su decisión primera,
aunque la senda es dura y peligrosa.
Si arrecia el vendaval o la tormenta,
está firme en segura vocación
y del Pan que da vida se alimenta;
de la Madre recibe protección,
del Espíritu fuerza que le alienta,
de otras almas apoyo y oración.