Por lo general, en la Jornada Mundial de la Juventud los jóvenes duermen en escuelas, gimnasios, conventos e instalaciones públicas en general. El saco de dormir, la cola para darse una ducha, la comida en grupo están a la orden del día.
En la JMJ de Cracovia, en cambio, se ha procurado que muchos jóvenes se alojen con familias, una fórmula ya experimentada en otras ediciones, pero que en este caso ha tenido particular éxito. Se calcula que más de la mitad de los jóvenes han sido huéspedes de familias polacas.
Fuente: Vatican Insider
No es fácil acoger a unos dos millones de jóvenes de 187 países. Pero millares de familias, de todas las clases sociales, han abierto sus puertas a los jóvenes, dando una lección de apertura y generosidad.
Los testimonios de los jóvenes, como los recogidos en Vatican Insider, muestran su sorpresa y satisfacción por la acogida. Familias que les dejan los mejores sitios en apartamentos no necesariamente grandes, abuelas que les esperan para cenar y que les cocinan platos típicos polacos o que les preparan bocadillos para la jornada. No siempre el inglés sirve de lengua común, pero se entienden por gestos.
La acogida contrasta con la idea de que Polonia es un país cerrado, como se le ha presentado con motivo de la crisis de los refugiados. El gobierno se ha mostrado contrario a favorecer la inmigración musulmana, pero en el país trabajan 900.000 inmigrantes, sobre todo ucranios y bielorrusos.
En su visita, el papa Francisco ha reclamado disponibilidad para acoger a los que huyen de las guerras y del hambre y solidaridad con los que están privados de sus derechos fundamentales, incluido el de profesar libremente y con seguridad la propia fe.