El Trastorno por Déficit de Atención e hiperactividad es un síndrome con bases neurobiológicas y un fuerte componente genético. Es una enfermedad que afecta, dependiendo de las estimaciones, a un grupo importante de niños, entre un 5% y un 10% de ellos.
Proporcionalmente, afecta tres veces más a los varones que a las mujeres No se ha demostrado que haya diferencias, en cuanto a la incidencia de esta enfermedad, entre áreas geográficas, grupos culturales o niveles socioeconómicos.
Cerca del 40% de las consultas de los servicios de psiquiatría infantil y juvenil se dedican a tratar a niños que tienen este trastorno o que están en diagnóstico para comprobar si lo tienen.
Este trastorno, aunque se puede detectar ya desde edades muy tempranas, se diagnostica con cierta fiabilidad a los seis años de edad. Su carácter es crónico, de modo que no desaparece con la edad y persiste llegados a la edad adulta, si bien, en los adultos que han sido correctamente tratados, con el tiempo y el desarrollo madurativo sus efectos pueden verse ya casi minimizados.
Los rasgos principales del TDAH son, por una parte, la dificultad para mantener la concentración, especialmente en circunstancias que ofrecen escasa estimulación o interés; y, por otra, la falta de inhibición o control racional sobre los impulsos, frecuentemente asociados con inquietud motora. Estos dos conjuntos de signos pueden aparecer por separado o bien combinados, dando así lugar a
Tres subtipos de TDAH:
• Con predominio de déficit de atención (aproximadamente un 30% de los casos)
• Con predominio de la hiperactividad y la impulsividad (aproximadamente un 10% de los casos)
• Tipo combinado, en el que se dan ambos trastornos a un mismo tiempo (es el más común de los casos, afectando a un 60% de ellos).
El TDAH supone para quienes lo padecen una seria perturbación, que afecta a áreas muy importantes de su persona, como son las relaciones familiares, sociales, laborales y también académicas.
Es, sin embargo, un error identificar el TDAH con un trastorno del aprendizaje, a pesar de que muy a menudo incida de modo negativo en el bajo rendimiento escolar de los niños que lo padecen. De hecho, un bajo rendimiento en la escuela no es ni mucho menos motivo suficiente como para pensar que un niño pueda tener TDAH. De igual manera, tampoco existe correlación alguna entre este trastorno y un desarrollo intelectual inferior a la media.
Lo que sí es frecuente es que este trastorno aparezca unido a otro tipo de patologías, complicándose de esa manera el diagnóstico en algunos casos.