Es de sentido común que la motivación con el propio trabajo ayuda a hacerlo mejor y aumenta la productividad. Sin embargo, con frecuencia se asocia esta motivación con un sentimiento exclusivamente individualista, referido a la satisfacción personal de estar haciendo lo que a uno le “llena” o le “realiza”. En los discursos ante estudiantes, se ha vuelto moneda común la idea de que “disfrutaréis de vuestro trabajo si lográis el puesto de vuestros sueños”.
Y no es que esto sea falso. Pero existen otros tipos de alicientes que pueden ser también muy efectivos desde el punto de vista de la productividad. Según un estudio publicado en el Academy of Management Journal, los empleados que sienten que su empleo es importante para el sostenimiento de su familia trabajan más y mejor que los que no tienen esta motivación.
Fuente: Academy of Management Journal
El estudio siguió a cien mujeres que trabajaban escaneando códigos de barras para una empresa situada en México, junto a la frontera con Estados Unidos. Ninguna tenía una motivación intrínseca: es decir, su labor no les parecía interesante. Sin embargo, las que manifestaron durante las sucesivas entrevistas un mayor grado de compromiso familiar fueron un 10% más productivas que las demás.
Como señalan los autores, no se trata solo de que estén más necesitadas del dinero. Además de la recompensa en el salario, las empleadas con mayor responsabilidad familiar señalaron que trabajar bien reforzaba su concepto de sí mismas como madres, esposas o hijas responsables, y como modelos de conducta para el resto de la familia.
No obstante, aunque trabajaron con mayor energía que el resto de empleados, esto no significó que sus niveles de estrés fueran menores. La responsabilidad familiar equipa contra el desaliento o la desidia, pero no es una varita mágica que convierta una tarea tediosa o agobiante en una actividad placentera por sí misma.
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