Hay niños que se pasan la vida acusando a sus hermanos y buscando la protección de los padres para que les defiendan en todo momento.
Otras veces, los niños hacen el papel de acusadores porque piensan que de esa manera, van a “ganar puntos” ante sus padres o profesores. Sin embargo, no se dan cuenta de que, haciendo eso están demostrando su debilidad y su carencia de recursos para afrontar y tratar de resolver los problemas propios. Pero, lo peor de todo es que, con esa actitud, se están enemistando con sus hermanos o sus compañeros, que tenderán a rechazarles por ser unos chivatos.
El niño acusica y chivato suele faltar a la lealtad con sus amigos por intentar obtener la aprobación de los adultos, y habitualmente no sabe guardar los secretos. Los demás niños suelen mirar con malos ojos a este tipo de niños, y no les consideran dignos de su confianza.
No obstante, hemos de distinguir al niño acusica del niño con su conciencia bien formada, que, cuando ve que sus hermanos o compañeros están haciendo algo que, objetivamente hablando, está mal, no coopera con ellos y, si es necesario, busca la ayuda de un adulto para que intervenga.
Muchas veces esas acusaciones recaen sobre minucias sin importancia, como por ejemplo “me está molestando”, “no quiere jugar conmigo”, “se está riendo de mí”, etc. Los padres, evidentemente, cunado nuestros hijos nos llaman ante una de esas situaciones, debemos darles algún tipo de respuesta y no ignorarles. Pero, ¿cuál es la respuesta más adecuada?
Creemos que los padres no deben meterse a jueces constantemente, ni tampoco deben solucionar aquellos problemas que los propios niños deben aprender a arreglar. Lo que hemos de hacer es estimular al niño acusica para que busque él la solución a esos pequeños problemas, por ejemplo, con una simple pregunta “¿y qué puedes tú hacer para que deje de molestarte?
Enseñar a los niños a resolver sus propios problemas tal vez pueda llevarnos tiempo y buenas dosis de imaginación, pero es necesario que lo hagamos. De lo contrario, estaremos sobreprotegiendo a nuestros hijos, y eso no es bueno para ellos. Los niños deben saber que el recurso a sus padres es el último medio del que pueden echar mano, pero solo cuando hayan intentado otros y no hayan tenido éxito.