Todos hemos atravesado días tristes en los cuales no se logra superar una cierta pesadez interior que abate el ánimo y dificulta las relaciones con los demás. Tomás de Aquino propone cinco remedios contra la tristeza.
El primer remedio es concederse un pequeño placer. Es como si el famoso teólogo hubiese intuido la idea de que el chocolate es antidepresivo. Quizá parezca una idea materialista, pero es evidente que una jornada llena de amarguras puede terminar bien con una buena cerveza. Que algo así sea contrario al Evangelio es difícilmente demostrable: sabemos que el Señor participaba con gusto en banquetes y fiestas disfrutando de las cosas bellas de la vida. Un Salmo afirma que el vino alegra el corazón del hombre (aunque es preciso aclarar que la Biblia condena claramente las borracheras).
El segundo remedio es el llanto. A menudo, un momento de melancolía es más duro si no se logra encontrar una vía de escape, y parece como si la amargura se acumulase hasta impedir llevar a cabo la tarea más pequeña. El llanto es un lenguaje, un modo de expresar y deshacer el nudo de un dolor que a veces nos puede asfixiar.
El tercer remedio es la compasión de los amigos. Me viene a la cabeza el personaje del amigo de Renzo, en el famoso libro “Los novios”, que en una gran casa deshabitada a causa de la peste va desgranando las grandes desgracias que han sacudido a su familia. “Son hechos horribles, que jamás hubiera creído que llegaría a ver; cosas que quitan la alegría para toda la vida; pero hablarlas entre amigos es un alivio”. En esas ocasiones es muy eficaz abrir el alma con algún amigo. A veces basta un mensaje o una llamada telefónica y el panorama se ilumina de nuevo.
El cuarto remedio contra la tristeza es la contemplación de la verdad. Contemplar el esplendor de las cosas, en la naturaleza o una obra de arte, escuchar música, sorprenderse con la belleza de un paisaje… puede ser un eficaz bálsamo contra la tristeza.
El quinto remedio es el que quizá uno menos podría esperar de un maestro medieval al afirmar que un remedio fantástico contra la tristeza es dormir y darse un baño. La eficacia del consejo es evidente. Para remediar un mal espiritual a veces resulta necesario un alivio corporal.
Clemente Ferrer
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